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Crítica

Bellos cisnes lacustres

Cada vez que veo El lago de los cisnes me pregunto qué es lo que tiene este cuento de hadas convertido en ballet para lograr que nunca me canse de contemplarlo. Uno de los motivos de su inmarcesible fascinación es que no siempre se representa igual. En esta ocasión la actuación del Ballet de San Petersburgo ha puesto en escena una adaptación de su director artístico y coreógrafo Andrey Batalov.

En esta versión Odette y Odilie, los cisnes blanco y negro respectivamente, son interpretados por la misma bailarina, Nadezhda Schepachiova. En ese caso se quiere resaltar el parecido entre ambas, pero esa elección presenta una dificultad a la intérprete, la de tener que resaltar la gran diferencia de idiosincrasias de esos papeles, algo que no es necesario cuando son adjudicados a dos bailarinas.

Sin embargo en esta actuación se solventó hábilmente ese problema, porque Odette apareció en escena con su tierna pureza mientras que Odile encarnaba justo lo contrario. La clave para poder juzgar la calidad de estas interpretaciones cuando son obra de la misma bailarina es la de imaginar si no están actuando dos en vez de una. En caso de que la respuesta sea afirmativa, entonces no hay duda de que estamos ante una interpretación bien lograda en cuanto a la personificación de estos dos personajes se refiere.

El príncipe Sigfrido fue interpretado fielmente por Andrey Batalov, que como coreógrafo eliminó a Benno von Sommerstern, amigo de Sigfrido, y dio más protagonismo al Bufón, interpretado por Vladimir Borisov, quien demostró una gran potencia del salto. También es de destacar que se redujeron las danzas áulicas a cuatro: la napolitana, la española, la húngara y la polaca y que el brujo Rothbart estuvo menos impactante que en otras ocasiones. En concreto, los efectos luminosos de la escena final en la que es vencido fueron patéticos.

Todos los pasos del ballet clásico, desde los giros, pirouettes, desplazamientos en línea, pas de deux y grand jeté fueron ejecutados con gran exactitud y elegancia, aunque quizás este Lago de los cisnes hubiera sido más maravilloso de haberse desarrollado en un escenario más amplio.

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