Por un lado, el diputado Gustavo Matos se ha arrogado el papel de conservador de la ardiente llama del anticoalicionismo en las filas socialistas. Primero, porque esa actitud de moderada disidencia supone un valor en sí misma, y si el Gobierno entre CC y PSC-PSOE termina descalabrando un día, podrá decir con la modestia de los héroes solitarios: "Ya se lo había dicho". Pero es que además las amarguras de su compañero Javier Abreu en La Laguna ponen en peligro el acuerdo que mantenían ambos, en virtud del cual, el exteniente de alcalde le cedería la secretaría general del PSOE lagunero cuando terminase un mandato que, por imposición reglamentaria, no puede prolongar más. Se trata, por tanto, de insinuar una alternativa y, al mismo tiempo, moderar el nerviosismo de Abreu certificándole día sí y día también que no puede olvidarse el feo que le ha hecho José Alberto Díaz. Por el otro, José Miguel Ruano tiene que recordar a todo el mundo, de vez en cuando, que es el portavoz del grupo parlamentario de Coalición Canaria, donde su ascenso a una secretaría de Organización no le ha permitido ni acceder a secretos ni organizar absolutamente nada. Como bombero Ruano dispone de una armadura de ponencias congresuales y normativas internas tan espesa que resulta ignífugo y, sin embargo, es incapaz de apagar ni la más modesta llamarada. Y en las trifulcas crecientes entre ambos el portavoz socialista, Lavandera, jugando al equilibrio sobre el filo de frases tan cargadas de insignificancia que parecen a veces puro recochineo.

A estas alturas comienza a ser un poco aburrido, aunque alguna prensa se empeña en crear y estirar el relato que, curiosamente, no pronunciaron durante el Paulinato: este es en gobierno en el que los socios se llevan fatal por razones ideológicas que socavan los espacios comunes entre el atroz derechismo de Fernando Clavijo y el progresismo derrotista o derrotado de Patricia Hernández. Supuestamente el anterior vicepresidente (y todavía secretario general del PSC) José Miguel Pérez debía ser mucho más de derechas o Paulino Rivero mucho más de izquierdas para explicar los cuatro años anteriores. Por supuesto, no hay nada de eso, que es un argumentario para elaborar titulares, no para describir la realidad. Y en todo caso, como a cualquier gobierno de coalición, cargados invariablemente de tensiones y desencuentros, y máxime entre dos fuerzas urgentemente necesitadas de reformas y cambios en un contexto político excepcionalmente crepitante, lo que cabe demandar es más y mejor gestión y menos torneos parlamentarios. Que, por ejemplo, la Consejería de Educación construya de una vez el nuevo centro de educación secundaria de Parque La Reina, en Arona, para que decenas de alumnos no sigan recibiendo clases en unos módulos prefabricados en el barrio de Guaza, cuya elegancia constructiva e instalaciones tecnológicas recuerdan los barracones de La gran evasión. Porque ser un Gobierno de coalición no exime de responsabilidad de las dos fuerzas políticas -y no solo de la consejera Soledad Monzón- en un asunto que se prolonga hace demasiado tiempo.