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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

El PSOE refunda sus fullerías

Una consulta a la militancia para que ofrezca su parecer sobre qué pacto debe adoptar el PSOE para la gobernabilidad nacional debería ser un mecanismo democrático, de normalidad, pero transmuta en un conejo en la chistera de Sánchez contra los barones del partido. Asistimos a un evento de fulleros que se aplican en echar al pesebre el mayor número de fullerías posibles, ya sea por debajo de la mesa o con cuchillo de cortar sushi. Pero también somos testigos de una refundación de aquellas viejas trifulcas entre prietistas, caballeristas o negrinistas, familias de lobos y lobas que borran militancias del mapa, formalizan purgas, lastiman autoestimas y crean disidencias de por vida. En esta guerra de combate químico que se vive en el seno del PSOE hasta la autoridad moral de Felipe se embadurna de la grasa de pescado más apestosa: aprovechar la inquina entre bandos para salir en una macroentrevista para dejar claro a Sánchez que es lo que debe hacer, aunque él lo reviste de maullido de león marino: estoy cansado de que malinterpreten y no me queda más remedio que aclarar. Ni el PP, tan en la ciénaga de la corrupción, pone tantas trampas a Rajoy en su olfateo pactista.

Me hace gracia cuando el omnipresente inmarchitable echa bocanadas sobre "el fin de ciclo" de una larga etapa política de prosperidad, y el inicio de otro cuyo final está aún por escribir y que todavía carece de autores, puesto que tampoco se sabe a ciencia cierta si Pedro Sánchez bajará al pozo arrastrado por uno de sus forcejeos con Susana Díaz y compañía: por suponer, puede ser hasta que la militancia le vuelva la cara y le aconseje (o le exija) el pacto de estabilidad o de salvación nacional, que la añosa orquesta Rubalcaba y sus trompetistas negocian en los cuartos oscuros de San Jerónimo con las esfinges que temen ser retorcidas por las rastas de Podemos.

Disculpen por el trance, voy a lo que iba: el gran comisario de las esencias mira por encima pero no se sacude la caspa de los hombros, que tiene el brillo y la certeza de una crisis de identidad de caballo. Rajoy no sólo ha renunciado ante el Rey a ponerse frente al pelotón, sino que ha pegado debajo del zapato del PSOE una bomba lapa: que se vuelvan locos en sus cuarteles sobre cuál debe ser la opción; que se agarren de los cuellos entre ellos; que vuelvan a sacar la tortilla francesa y analicen cuál es el mejor porvenir; que rescaten las antiguas acusaciones de entreguismo a los radicales (digo al comunismo); que establezcan hasta qué punto deben ser fieles a su memoria, o bien necesitan aferrarse a la oportunidad de formar coalición con un partido conservador guionista de un programa económico rechazado a destajo en la campaña electoral... En definitiva, estar por encima de la Historia, del orgullo, de los liderazgos, de las felonías, de las conspiraciones, y sobre todo de un torpedo contra la línea de flotación. ¿Tantos cambios se pueden poner en manos de la militancia en un contexto donde la jerarquía está al encontronazo? Pues podría ser hasta que la militancia, hastiada de tanto egocentrismo, decidiese quedarse en casa. ¡Menudo papelón!

La apuesta de Pedro Sánchez no debería abrir heridas ni tampoco interpretarse como una contraofensiva. Sin embargo, ha sido así. Es absurdo que los oponentes al secretario general le echen en cara la falta de información sobre el particular. ¿Cómo informar a los conspiradores? Sería de una ingenuidad aparatosa, sobre todo cuando el comando territorial maniobró para fijar la fecha del próximo congreso, consignado en la agenda para mayo, es decir, se procederá a la elección de un nuevo secretario general antes de una eventual repetición de elecciones. Un panorama apasionante. Está claro que el liderazgo de Sánchez está en el aire, o más bien cuelga de los muros de la azotea con una cuerda muy débil.

Al establishment socialista le encantaría perpetuarse con los hilos invisibles de la herencia del poder, contentar al resto con el cristal de unas primarias donde las gotas de agua de la renovación se estampan para luego secarse y anunciar, de imprevisto, una retirada "para evitar una crisis en el partido". El PSOE tiene callos de veteranía en estos menesteres por convivir con la fea costumbre de alimentar a un oso de poderoso abrazo. Una consulta a la militancia para un gobierno futuro debería ser una cosa cualquiera, otra más, pero aquí y ahora es combustión.

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