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Zigurat

Canon de belleza

La visita del presidente iraní Hasaán Rohuaní a Europa después del levantamiento del embargo de Naciones Unidas a cuenta de las centrales nucleares y el enriquecimiento de uranio para fabricar armas, lo ha tenido bien hasta Obama el presidente saliente de los EE UU. De esta forma los acontecimientos se precipitan y corren a los países donde puedan hacer negocio para que las menguadas arcas de la revolución jomeinista reciban una inyección de capital necesario para la modernización del país.

Modernización a la islámica que no incluye la libertad de expresión, la igualdad de géneros en derechos o la abolición de las ejecuciones por motivos religiosos. Y por motivos religiosos el gobierno italiano cubrió las esculturas de los museos y aledaños por donde iba a pasar el mandatario iraní. Las esculturas que le salían al paso ofenden la estricta moralidad de los musulmanes, que ya no distinguen belleza de intolerancia.

Si para Occidente, que tiene un canon -cultural- de belleza, las características de un objeto con ciertos rasgos son bellas, para otras culturas no lo son. Pero no creo que este sea el caso: se tapan porque son bellas; son hermosas en su doble desnudez en la forma y en el pálido color que se les queda con los milenios. Reproducen la belleza masculina o femenina, la infantil, maternal o sensual casi como nosotros la advertimos en la naturaleza, a imagen y semejanza de uno mismo.

Pero de la belleza hay que apartar la vista para que no distraiga de la compra de armas o la venta de petróleo y es tan burda la estratagema de la prohibición coránica que en la intimidad de sus harenes sí consideran beldad lo que nosotros también consideramos. Quien atisbe belleza en la sinuosa caligrafía árabe, en los hermosos arabescos de las mezquitas o palacios, en los jardines, formas geométricas extremas, vegetalizaciones, flores, frutos, hojas, trenzados de tal forma que son un espectáculo sereno y sutil, está en lo cierto.

De esta forma, en las apariciones del presidente iraní caminando junto a unos cubos blancos de distinto tamaño y hechura, daba la sensación de que lo habían metido en una de aquellas exposiciones mínimal que se hicieron reiterativas en su efímero camino en la los ismos de la historia del arte.

La belleza está reñida con la intolerancia, con los fundamentalismos -a esa misma hora se manifestaban en Roma contra el matrimonio homosexual miles de católicos, apelando igualmente a una creencia que condena el amor y la belleza entre iguales-; porque quien se esconde de la belleza para que no lo turbe, se esconde de sí mismo y de sus fundamentos, pues sea lo que sea como concepto ambiguo y abstracto, la belleza no desaparece aunque derriben todas las iglesias, todos los budas, todos los monasterios, todas las experiencias clásicas romanas, griegas u orientales? o encarcelen a todos los artistas.

En muchos pórticos de iglesias y catedrales, en algunas cátedras de obispo, se pueden encontrar con cierta frecuencia figuras o grupos en relieve que reproducen sin secuestro algunas posturas amatorias e incluso los órganos sexuales de hombres y mujeres, aunque en la silla del obispo el final de los reposabrazos son dos penes con sus respectivos testículos que te susurran: deja toda esta belleza afuera y entra en el umbral de lo absoluto y a ti obispo piensa que estás sentado sobre lo terrenal y que tus manos se apoyan en lo que no servirá cuando termines de entrar en la verdadera perfección.

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