La Provincia - Diario de Las Palmas

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Papel vegetal

Irritante parálisis

Resulta irritante la parálisis política en que está sumido el país desde las últimas elecciones. Acudimos los españoles a votar, muchos de nosotros, convencidos de la necesidad urgente de un golpe de timón que cambiara una determinada forma de gobernar, y nos encontramos con un país a la deriva.

Cuando tantas cosas hay que hacer, cuando es tan apremiante poner fin a una etapa marcada por la corrupción en el partido gobernante, es increíble la falta de valentía y también de finezza, que habría dicho el italiano Giulio Andreotti, por parte de los máximos responsables de deshacer este nudo gordiano.

En primer lugar, el Partido Popular, que sigue insistiendo en que tiene derecho a encabezar cualquier alianza de gobierno porque fue el más votado, como se pasó antes cuatro años justificando las medidas más impopulares con la mayoría absoluta que le dieron un día los ciudadanos.

Ponen los Populares el ejemplo de Alemania y su gran coalición, pero en aquel país ningún partido corroído hasta ese extremo por la corrupción habría podido seguir en el poder y hace tiempo que hubiera dimitido su máximo responsable.

Todos en el PP deben saber que con su líder, Mariano Rajoy, es imposible cualquier alianza, como lo sería también seguramente con cualquier otro dirigente de ese partido si éste no acomete antes una limpieza en profundidad.

Y ¿qué decir de los socialistas? Un partido en el que hay más de uno dispuesto a traicionar al líder al que eligieron en congreso federal los delegados y al que culpan ahora de un pésimo resultado electoral del que todos ellos, incluida aquélla que más le critica, son por igual responsables.

Si ha surgido en poco tiempo y con cierta fuerza un partido como Podemos es porque el PSOE incumplió durante su etapa de gobierno muchos de sus compromisos como partido de izquierda, algo que vemos que ocurre también en otros países como Francia, donde el descontento popular se traduce, por el contrario, en el auge de la extrema derecha xenófoba de Marine Le Pen.

Pero también hay que responsabilizar del actual desgobierno a los partidos emergentes: a Podemos, o al menos a su principal dirigente, Pablo Iglesias, habría que exigirle menos arrogancia y desprecio del adversario, y por el contrario mayor disposición al compromiso, esa virtud que tanto nos falta muchas veces a los españoles.

Y en el caso de Ciudadanos, cuando hay tantas cosas sobre las que podrían decidir en el Parlamento junto a Podemos e Izquierda Unida, por más que los separen sus propuestas económicas -por ejemplo, la lucha contra la corrupción, la urgentísima reforma electoral o la educativa- parece absurdo que el principal escollo sea Cataluña o el problema territorial.

Este país no puede seguir sin gobierno, aunque tantas cosas se decidan hoy en Bruselas, porque tiene que hacer oír allí también su voz. Los partidos del cambio deben sentarse cuanto antes a negociar, fijar prioridades, aparcar lo que los separa y aplazar lo que no sea urgente.

Porque vemos mientras tanto que otros se mueven. Por ejemplo, los franceses, los primeros en recibir al presidente cubano, Raúl Castro, o los italianos de Matteo Renzi, que comienzan a plantarle cara a la canciller federal alemana, Angela Merkel. Y aquí seguimos paralizados.

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