La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

'El renacido'

El camino de la venganza

Circula por las autopistas virtuales un trabajado y elocuente vídeo de unos dos minutos y medio que pone en evidencia los "homenajes" de Alejandro González Iñárritu en El renacido a su admirado (por él y por muchos) cineasta ruso Andréi Tarkovsky con 17 escenas "inspiradas" en Stalker, El espejo, Andrei Rublev, Nostalgia, La infancia de Iván y El sacrificio. Palabras mayores. Tampoco pasan inadvertidas al espectador con buena memoria las influencias de Akira Kurosawa y su inmortal Dersu Uzala. Al margen de alimentar debates quién sabe si estériles o útiles sobre la diferencia entre homenaje y plagio, las comparaciones sirven para dejar bien claro que el cineasta mexicano, como Tarantino con las series B y Z, aunque este presuma de ello, no es tanto un artista original como un buen mezclador de hallazgos ajenos. Y eso incluye, además, el argumento, porque cualquiera que haya visto la excelente El hombre de una tierra salvaje (Richard C. Sarafian. 1971) o Las aventuras de Jeremiah Johnson (Sydney Pollack, 1972) se dará cuenta pronto de que el guión de la película es un puré de ideas ya realizadas.

Después de Birdman, Iñárritu ha querido dar un giro radical: hay más cháchara en una escena de aquella película que en todo el guión de El renacido, donde casi hay más gruñidos que palabras. Aquí predomina lo visual sin el estorbo de los diálogos, bien gestionado por la cámara de un genio como Emmanuel Lubezki y con un derroche de efectos digitales naturalistas (¡!) al servicio de una historia muy lineal de supervivencia y venganza que nos conocemos al dedillo. Sin desdeñar el esfuerzo físico de Leonardo DiCaprio, esperemos que el Óscar no tenga en cuenta solo que se bañó en aguas heladas y que comió hígado crudo de bisonte -ah, y un pez- sino la indudable fuerza de sus miradas, su presencia poderosa o el esfuerzo de dar verosimilitud a un personaje cogido con alfileres. Pero, sinceramente, DiCaprio tiene interpretaciones mucho mejores y arriesgadas aunque no se le helaran los dedos. Así las cosas, El renacido (que debería titularse El requetenacido por las veces que el protagonista sale de situaciones de peligro extremo) es una película de salvaje belleza con momentos de indudable fuerza dramática (el ataque del oso, los jinetes con antorchas en la noche, las caminatas de DiCaprio por paisajes fantasmagóricos...) pero que esconde, bajo su espectacular apariencia y su duración desmesurada, una historia mínima que, por acumulación de episodios brutales a los que sobrevive el protagonista, acaba desactivando la identificación con él. Quienes esperen acción pueden conformarse con el tráiler porque ahí está perfectamente resumido, aunque troceando la pasión del director por el alarde del plano secuencia. Todos esos juegos artificiales de Iñárritu desvirtúan su pretensión de hacer una cinta directa y naturalista, nada tramposa, y si a eso le añadimos la irrupción de escenas oníricas chirriantes (levitación incluida) nos encontramos con una película que se traiciona más de lo que el propio Iñárritu se atreverá nunca a reconocer.

En todo caso, y enfriado ya el debate sobre si la última de Tarantino es un bodrio o una obra maestra, bienvenida sea otra película que encenderá las luchas entre los que la consideran magistral y los que ven en ella otra demostración de que Iñárritu es un bluff. En medio de ese fuego cruzado nos quedamos los que valoramos el esfuerzo de un rodaje (publicitadamente) infernal (o invernal, como poco), admiramos la belleza fotocopiada o no de bastantes escenas y respetamos el coraje de hacer cine adulto en estos tiempos de parvulario cinematográfico, pero a los que la película nos deja más bien fríos y, lo que es peor, profundamente decepcionados.

Compartir el artículo

stats