La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cine 'Carol'

Mujeres enamoradas

Que Todd Haynes es uno de los grandes directores del cine contemporáneo es algo que sabemos hace mucho tiempo. Mucho antes que Lejos del cielo conmoviera las plateas con su historia de intolerancia racial y sexual, mucho antes que Jonathan Rhys Meyers se convirtiera en una estrella del rock en Velvet Godlmine, mucho antes que el drama carcelario Poison nos demostrara que estamos ante un cineasta con mayúsculas. Desde sus primeros trabajos, distribuidos en nuestro país en vídeo por mor de la enorme miopía de quienes deciden lo que hay que ver y lo que no en la pantalla grande, Haynes ha ido forjando una filmografía de una solidez envidiable.

Pero como en cualquier carrera cinematográfica hay en el trabajo de Haynes auténticas cimas y simples montañas. Pues bien, Carol es, por el momento, el pico más alto de su trabajo. Se puede decir que no le falta ni le sobra nada a esta historia de amor lésbico en la Norteamérica de los años 50. La película se inicia con la presentación breve y eficaz de la pareja protagonista, tras la cual Haynes nos muestra el esquema argumental que va a seguir: el paulatino enamoramiento entre Therese Belivet, una joven vendedora de una tienda de Nueva York, con aspiraciones de convertirse en fotógrafa, y Carol Aird, una mujer madura con una excelente posición económica, casada y madre de una niña.

Si hay un hecho inequívoco a la luz de esta película que fluye con exquisita belleza es la pasión de Haynes por el alma femenina, en este caso de Carol, a quien da vida Cate Blanchett. Carol es la médula de esta historia de querencias y carencias, de miradas, de silencios, de pequeños, pero exquisitos detalles; no hay una secuencia en que no aparezca ella, impregnándola de su apacible mirada y su incertidumbre. La cámara de Haynes (también la de Therese) persigue todos sus movimientos internos, sus gestos y su rostro bellamente encuadrado. Haynes va construyendo la historia en un fluir de sensaciones, sin renunciar a los habituales recovecos que nutren su cine de una indisimulada fascinación por lo sinuoso del corazón humano, pero aportando una madurez creativa considerable, que se siente en el ritmo interior que tiene la narración, en la planificación y en el montaje.

Con admirable constancia, con feliz tenacidad, Haynes prosigue su camino cinematográfico desafiando las modas, eludiendo las trampas de la repetición, burlando los riesgos del estereotipo. De nuevo, la audacia de Haynes consiste en que lo complejo deviene sencillo, en atrapar la emoción con los mínimos elementos, en anteponer la pulcritud a la provocación. En conjunto, Carol convence tanto por su contenido formal como por su valentía libre de complejos. Pero es en el respeto que Haynes y la guionista Phyllis Nagy han mantenido hacia la novela original de Patricia Highsmith, que se publicó originariamente en 1952 con el título El precio de la sal, donde reside su mayor logro.

Compartir el artículo

stats