Una es enfermera, otra asistente social. Fue conocerse y saber que habían nacido para compartir sus vidas. Seis años juntas ya era tiempo para pensar en ampliar la familia. Habiendo como hay tantos niños en adopción comenzaron los trámites para que llegara un bebé a casa. Uno. La sorpresa saltó cuando en Menores les dijeron que había dos hermanas de 3 años que no querrían separar de manera que teniendo en cuenta el perfil de la pareja las invitaron a conocerlas. Primero supieron de los bebés por el frío expediente, el otro paso fue preguntar mucho, luego conocerlas y el cuarto, adoptarlas. A las pocas semanas de la adopción una de las niñas tuvo que ingresar en un hospital aquejada de una neumonía. Esos días fue tiempo suficiente para que las mamás conocieran las situaciones complicadas que se viven en los hospitales y de las que tan alejados estamos. Alguien les contó entonces el caso de un bebé que sufría una grave enfermedad hepática. La criatura esperaba un trasplante y sus padres carecían de medios para manejar su delicado estado de salud. Las dos se interesaron por el estado administrativo de la enfermita y conocieron que el bebé esperaba una adopción pero nadie se animaba a llevársela. Se lo pensaron, hicieron números y a los dos meses la niña formaba parte de la familia. Tres hijas y dos madres. A los nueve meses la pequeña estrenó hígado y sus nuevas mamás fueron sus mejores enfermeras. Su salud es delicada pero ahí están ellas y su nueva familia haciendo guardia para colmarla de cuidados, de mimos. En torno a la pequeña se ha creado una red de amigos y familia de las mamás que han asumido la responsabilidad de sacarla adelante. Van por buen camino.

Los avances médicos han sido claves pero no menos que el amor y el compromiso de dos mujeres excepcionales.

stylename="050_FIR_opi_02">marisolayala@hotmail.com