La Provincia - Diario de Las Palmas

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Piedra lunar

Unamuno / Quesada

Las conmemoraciones de centenarios no deben convertirse en actos protocolarios o arqueológicos, sino que han de ser oportunidades para apuntalar desde el presente los valores que de manera impredecible se gestaron en un pretérito, y que por su trascendencia propician vigentes reflexiones. En 2010 se celebró el Centenario del primer encuentro de Unamuno con las Islas. Este personaje llegó a Canarias cargado con su mochila de intelectual reflexivo, con su mirada poética y cultural y, sobre todo, vino premeditadamente a provocar y remover conciencias, que ese era su estilo. Luego, volvió en 1924 a cumplir con el destierro en Fuerteventura que le impuso la Dictadura de Primo de Rivera. Sus dos estancias en las islas fueron de tal calado que su palabra ha estado presente en el 'logos canario' de una manera constante, incluso para ayudar a definirnos en nuestra relación de isleños con el mundo. Los exégetas unamunianos crecen con holgura. Los paisajes de las islas lo ayudaron a encontrar parte de su alma doliente, que no dejaba de estar en constante desasosiego. En ese vínculo con Canarias no dejó de ser clave la figura de Alonso Quesada, quien le pidió que le escribiera el prólogo a El lino de los sueños (1915). Unamuno conoció a Quesada la noche en que el isleño leyó en el teatro Pérez Galdós los ripios de El zagal de gallardía, premiado en los Juegos Florales. Con versos de semejante factura, Unamuno se hizo de rogar para poner las palabras prologales a El lino... Al fin, se las envió tras comprobar que los poemas superaban con creces la impresión inicial que le causó aquel tímido muchacho de 24 años. Entre 1910 y 1915 hubo una sustanciosa relación epistolar entre Unamuno y Quesada, donde el sentimiento existencial del escritor isleño brota en la flor de sus textos. "Yo sé que un día entró Vd. su mano en mi alma y revolvió todos los ensueños estancados". Cien años hace de aquel prólogo y de aquel libro. Y la poesía desnuda, seca y árida de don Alonso ha pasado a la memoria colectiva de nuestro ámbito cultural encabezada con "Tierras de Gran Canaria, sin colores, / ¡secas!, en mi niñez tan luminosas..." Leamos El lino de los sueños en su Centenario, en renovada edición facsimilar de Oswaldo Guerra.

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