La Provincia - Diario de Las Palmas

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Viendo el rabo al diablo

Los mercados son como la bruja Lola pero a lo bestia. A uno le sale la carta chunga y van todos corriendo a poner cien velas negras. El miedo es libre y hasta irracional pero, sobre todo, contagioso y allá que han ido despavoridos a darle al clic para ordenar a las bolsas "vende todo".

Dicen que no hay nada más miedoso que un millón de dólares (para quien lo tenga, claro, que si fuera mío ya le quito yo la bobería). Y debe ser así porque unos cuantos miles huyen en estampida a buscar refugio en otros lares.

No hay quien los entienda. Los informes del FMI, de la Comisión Europea y hasta de la OCDE llevan meses ratificando una recuperación económica donde las empresas reponen beneficios, los países recaudan más impuestos y donde los ciudadanos encuentran más empleo.

Datos reales que no han evitado el canguelo. Y eso que no han llegado a ver al diablo. Solo han visto el rabo. Miedos, dudas y desconfianzas sobre lo que podría llegar pero que aún no ha llegado. Temores sobre China, sobre los bancos, sobre el precio del petróleo o sobre la deuda de los países periféricos (también España) conforman el cóctel del pesimismo frente a las cifras objetivas que arroja la reactivación.

Unos temores que se han convertido en miedo y el miedo en pánico, de lo que resulta que de ahí a otro crash de la economía real puede haber solo un paso. Así funciona el sistema. Si hay confianza, las bolsas suben; si no la hay, bajan.

Y si bajan, más recelos y más dudas en un bucle que se retroalimenta donde bancos, empresas y consumidores regresamos a los cuarteles hasta ver si lo que aparece es el diablo o la cosa se queda en el rabo.

Mientras, en España, con la castañuela en la mano. Entretenidos estamos con una infanta en el banquillo, con tantas cajas B que hasta se apilan, con titiriteros que van al talego o con la preocupación de si a los Goya se va con esmoquin o con la camisa remangada. Todo al mismo tiempo que la prima de riesgo, de la que ya nos habíamos olvidado, empieza a asomar en cada telediario.

No hemos aprendido nada. No es que vayamos a solucionar la caída del PIB chino ni a variar el precio del petróleo. Ni siquiera a manipular la cotización bursátil. Pero lo que sí podemos hacer es ponernos manos a la obra y resguardar nuestra propia casa.

Para empezar, dejando ya los shows y las mentecatadas y constituir un gobierno serio y estable que obtenga credibilidad y confianza de los mercados. Y, para seguir, diseñando un paquete de medidas que apuntalen la economía capaz de contrarrestar posibles tempestades.

Pero no. Aquí andamos todavía que si me quitas del gallinero del Congreso porque allí no enfoca bien la tele; que si contigo me reúno pero para decirte solo hasta luego; que si con aquel no pacto porque, fíjate tú, me llamó malvado e indecente; que si mejor me espero que, igual, vamos a otras elecciones y me tengo que hacer los carteles?

Actitudes poco edificantes y, sobre todo, ineficaces, mientras los ciudadanos miramos con espanto el terremoto de los mercados que se han puesto así en cuanto el diablo asomó el rabo.

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