Todo es mezclable, o todo se mezcla, que casi es lo mismo, pero ello produce un efecto tóxico contrario a los principios básicos de la coctelería, ciencia maestra. Si en un Gimlet se te va la mano con la lima, el cóctel se convierte en un sopicaldo insufrible. Si a un Dry Martini le pones de verdad Martini, y no dejas que solo un rayo de sol acaricie la botella del vermú y la atraviese, y llegue hasta la copa coctelera que contiene la ginebra fría -receta de Luis Buñuel- tampoco el paladar apreciará el gusto exquisito del mítico cóctel. Y en esas estamos, el barman de la realidad, de la información, lleva tiempo haciendo mezclas sin parar y sin tener en cuenta proporciones ni medidas. Me recuerda al de una coctelería de Santiago de Compostela de 1976, casi puerta con puerta con la comisaría de policía de la ciudad, lo cual era mucho decir en aquellos tiempos. Cuando el hombre estaba sobrio, te podías tomar los manhattans más delicados del mundo en aquel local entre medio kitsch y pop. Pero a veces, no muchas, a nuestro barman se le iba la mano entre cliente y cliente, y acababa dando tumbos detrás de la barra, aguantando como podía cocteleras, botellas y copas de diverso calibre. Era un espectáculo. Pero también un desastre. Aun así, repetíamos y nos arriesgábamos, tanto su delirio como su sobriedad tenían encanto. Ahora estamos con todos los barmans en permanente estado de embriaguez: cuando ven títeres, apuntan apología del terrorismo, si una calle se denomina, por ejemplo, Josep Plá, Dalí o Foxá, en lugar de anotar "genios" escriben "fascistas". La frontera que separa la borrachera ideológica del sectarismo es tan estrecha como el canto de un duro, o de un euro, para ser más generosos. Ni hay memoria ni desmemoria, hay infinita ignorancia. Y mientras tanto, mucha gente que lo único que quiere es poder llevar flores a sus antepasados allí donde fueron asesinados, se desespera. Nadie se ha cargado, ni lo ha propuesto, por ahora, la cruz que conmemora a los asesinados en Paracuellos. Merecen el recuerdo y el homenaje, lo mismo que los anónimos de las cunetas. ¿Del otro bando? ¿De qué otro bando? Sólo hay uno, el de los asesinados. Otra cosa es el análisis histórico, la ponderación de los acontecimientos y las causas de los mismos. Pero el dolor une ideologías y recuerdos, y nadie en cuarenta años ha arreglado este asunto. Todavía estamos a tiempo.