Esto se me daba bien, los recates y el celo, los espacios atentos, los dominios paupérrimos de la casa.

Esto es así nos dice históricamente la historia, esto es así, también explicado científicamente.

De los albores hasta ahora, la condición, la manzana, ¿qué se yo?, duérmete, aún tanto por hacer. Mi hijo tiene miedo, lo entiendo, el mundo demasiadas veces es una sombra que amenaza.

Yo estoy aquí, para él, para guardarlos a todos. Tus alas son techo, tus alas como las de las gallinas, solo vuelan en pequeños saltos. Luego antes de que amanezca, prepara la mañana y que no duela.

Todo está listo, se te da bien vivir en los otros, escondida. Pero te duele la espalda y seguro algo se te olvida.

Piensas en esto mientras ves cómo se pudre la violeta en la ventana y eso que la riegas y le pusiste una maceta nueva. Sus pétalos marchitos hablan de ti, con una semejanza que insulta.

Ayer probaste y empezaste por abandonarla, a la violeta, la dejaste a su suerte en la azotea y te fuiste. Probaste con otras cosas pequeñas y te fuiste. No hiciste nada en todo el día, más que acariciar el aire y se te dio bien. La violeta en la azotea hizo lo mismo, sola.

Ese día, cuando tu hijo volvió del mundo, te diste cuenta de que era grande, y le abrazaste en el agua como un bautismo de duelo. Y le abrazaste por puro amor despidiéndote. Arriba en los acantilados hay un ave que vuela y nunca antes lo había hecho.

¿Y si te suelto?, dime, ¿y si me suelto?