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Cine 'Zoolander 2'

Moda a precio de saldo

Decía Coco Chanel que "la moda es como la arquitectura: se trata de una cuestión de proporciones". Precisamente es ahí donde falla la última película de Ben Stiller, Zoolander 2, un pret-à-porter extravagante muy inferior al primer título que pretendía superar. No seré yo quien niegue los aciertos de su personaje Derek Zoolander, un modelo al que le duele la cara de ser tan guapo, como cantaban Los Inhumanos. Lo cierto es que la presencia en su filmografía de productos como Un loco a domicilio, Tropic Thunder, ¡una guerra muy perra! y La vida secreta de Walter Mitty nos revelan a un director desigual y, sobre todo, bastante impersonal, cuya tendencia a la caricatura no consigue paliar su condición de alumno aventajado de Peter Farrelly y Bobby Farrelly.

Zoolander 2, última película dirigida e interpretada por Stiller (también ha escrito el guión junto a Justin Theroux), responde bien a los rasgos esenciales de su cine: un planteamiento prometedor con acusados componentes fantásticos y de humor negro cuyo interés se diluye paulatinamente a consecuencia de toda clase de excesos. Excesos tanto a nivel narrativo como de interpretación, porque si de manera particular puede resultar simpático el empeño de Stiller en destrozar su imagen de chico bueno, en la práctica el histriónico perfomance del actor chirría por todos lados y se hace tan pesado como las sempiternas payasadas de Owen Wilson. Benedict Cumberbatch, en cambio, sorprende con su divertida caracterización de un modelo andrógino.

La mirada sarcástica sobre la superficialidad del mundo de la moda, la burla de los cánones de belleza y el salvaje humor negro con que, en líneas generales, se afronta el tema de las tendencias de moda entre bastidores (que da pie a los mayores desvaríos de la película), no acaban de tener la fuerza deseable por culpa del tratamiento que Stiller imprime a su película. La comicidad de Zoolander 2 es impostada, no brota del interior del relato sino que viene impuesta desde fuera: se trata, en suma, de una película cómica por cobardía, por no atreverse a ser decididamente crítica ni a apurar ninguna de sus propuestas. Stiller ha preferido, una vez más, tirar por el camino más fácil.

El argumento es banal, sin demasiado fundamento y hasta inconsistente. Además de repetir la misma fórmula de la primera. Aunque, en honor a la verdad, Zoolander 2 no es más que un reflejo de los mediocres tiempos en que vivimos, sin líneas de pensamiento duro en lo artístico, en lo social, en lo político... Lamentablemente, quedan ya muy lejos, y no sólo en el tiempo, títulos como Pret-à-porter de Robert Altman o El altar de la moda de William Dieterle, donde un estafador vendía modelos "exclusivos" a precios astronómicos mientras realizaba copias baratas de los mismos, que liquidaba a precios de saldo.

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