Cuenta Mahi Binebine que su primer impulso como escritor se lo dio el cruce con el dramaturgo Agustín Gómez Arcos en el París de los años 70. El español vivía exilado de la dictadura y Binebine dejó Marruecos para dedicarse a las matemáticas a pesar de una vocación estética e intelectual que entonces reconoció.

Mahi refiere el encuentro con Agustín como una experiencia de cocreación que agradece siempre que puede. Hace poco presentó en España la traducción al castellano de Los caballos de Dios, donde cuenta la historia de los muchachos del barrio Sidi Moumen de Casablanca que participaron en la terrible matanza yihadista de 2004.

Novela y film fueron la fuente de energía y de recursos con los que poner en pie un centro cultural para los desheredados de aquel barrio y que ahora va camino de convertirse en una red de centros con la filosofía de sembrar cultura de libertad allí donde, según repite Binebine, las mafias religiosas ganan adeptos para el fanatismo con el que se ceban las bombas.

Esa experiencia es un símbolo de uno de los procesos que vive Marruecos y en el cual la cultura es un poliedro con muchas caras y muchos usos: desde el antídoto del fanatismo a la mejora de la convivencia urbana, la creación de puestos de trabajo o la renovación del turismo o de las prácticas de la artesanía.

También la apertura a corrientes estéticas europeas y africanas, más allá de la francesa, la ampliación y creación de nuevas audiencias, y el empuje en favor de las industrias creativas. El mundo editorial, lingüísticamente complejo y con importantes reformas por acometer, es uno de los que se asoma a ese proceso como manifiesta el crecimiento del Salón Internacional del Libro y la Edición que empezó el viernes en Casablanca.

Sensibles a los esfuerzos que hay detrás de este empuje, la Embajada de España y el Instituto Cervantes han ampliado su apuesta en favor del diálogo y el cruce de culturas mirando no sólo al fondo de civilización que nos une sino a los cruces que se perciben en la creación literaria y de el mundo del libro.

Reunir a autores como Lorenzo Silva, Juan Madrid, Javier Valenzuela, Najat El Hachmi y María Dueñas con colegas marroquíes como Rachid Niny, Mohamed Lahchiri o expertos de ambas literaturas como Rajae El Khamsi y Khadija Karzazi es una apuesta por extender y profundizar el cruce de las culturas y el enriquecimiento de ambas sociedades. La evocación de Juan Goytisolo, premio Cervantes 2015, ciudadano español y vecino de Marrakech, es obligada en el encuentro.

Se pone en juego la voluntad de ampliar las prácticas de la diplomacia cultural más allá de la presentación de lo mejor de cada país -propia del ancestral intercambio de regalos entre gobiernos y también en los despliegues de las exposiciones universales o los eventos globales- entretejiendo redes de creación, descubrimientos compartidos y usos innovadores de unas culturas que están en modo "vasos comunicantes".

El embajador Ricardo Díaz Hochtleiner lo define como el esfuerzo por encontrar el corazón del otro en el núcleo de cada expresión cultural. Corazones no "partíos" sino cruzados en los que, a poco que se quiera, se logra sintonizar la frecuencia de los latidos.

(*) Director del Instituto Cervantes de Casablanca (Marruecos)