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Sociedad Filarmónica de LPGC

Pianismo triunfal del uzbeko Abduraimov

Su veteranía, una de las más largas de Europa, no estorba el buen olfato de la Sociedad Filarmónica en la detección de nuevos talentos que serán estrellas. El pianista uzbeko Behzod Abduraimov (25 años) se unió el jueves a la relación de maestros juveniles que puede ostentar nuestra venerable asociación. La consumada técnica manual, la apasionada expresión, el poder del calado en las grandes intensidades y la precisión del tocco en las figuras vertiginosas ya son señas de identidad de un virtuoso que llega de Oriente; no de los primeros exportadores de plusmarquistas instrumentales (China, Japón, Corea...) sino de Uzbekistán, pequeño estado del Asia central que tomó en el siglo XIV el nombre de Uzbeko, "el Kan de la Horda de Oro". Casi un concepto romántico en el área cultural de Occidente, traído a la actualidad por las vecinas guerras afganas.

Behzod tiene algo de salvaje en su pulsación atlética, presionada por la estética de la velocidad y por una ambición sonora que sobrepasa los estándares. Su versión de las cuatro Baladas de Chopin presenta un canon dinámico muy distante del gran creador polaco-francés, que no tocaba en teatros, sino en salones cuyos públicos se quejaban de no oírle a partir de la quinta fila. Su opulencia, agresiva y envolvente, marca una dimensión inédita en las manos y en el uso del pedal armónico, sin desmerecer en los planísimos cantabile, íntimos, tiernos, ayudados por el pedal una corda, o simplemente modelados con la yema de los dedos.

En los Cuadros de una exposición de Mussorgsky exhibió una generosa imaginación sinestésica al transformar las imágenes pictóricas en sonidos. Intenso descriptivismo, casi siempre en el límite de los valores de contraste que son fundamentales en su credo de gran intérprete. Cada uno de los cuadros se hizo visual por la potencia evocadora de la escritura pianística, logrando la esperada apoteosis en La gran puerta de Kiev, verdadero poema sinfónico en la lectura del uzbeko. Después de las ovaciones, un bis tenue y melódico en la línea sentimental del logos ruso. Magno recital, algo exagerado pero beneficiario de una técnica absoluta. Behzod toca todo lo bien que es posible tocar a los 25 años y un poco más. Le quedan al menos otros cuarenta para excavar en los últimos secretos de la expresión. Neuronas contra hormonas.

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