Volvemos a la parejita. Sánchez con Iglesias como aquella dupla formada por González y Guerra. Y aún algunos pían de nostalgia. El bueno y el malo pero, ¿quién es el feo? En su día lo traficaba todo Julio Feo en nombre de los poderes fácticos transnacionales. Ahora, a saber. El nombre, su desvelada identidad, sería lo de menos. Mueve el guiñol y punto. De aquella y de ésta. Un exploratorio pas de deux en estos días de negociaciones frenéticas y en lo esencial a hurtadillas. Atención, scoop, el malo Iglesias es desplazado por el doncel de Ciudadanos. Y como telón de fondo, un tripartito: Sánchez-González, Iglesias-Guerra y Rivera en el papel de Fernández Ordónez. Siempre hay una derecha vocacionalmente servil si de hacerle reverencias a la izquierda se trata. Y así hasta la siguiente noticia bomba. La clave de arco es el PP. Las combinaciones son posibles, imposibles y mediopensionistas. En todo caso si la derechona se abstiene todas cursan verosímiles. Y el PP se abstiene a cambio de la inmunidad, impunidad, salvoconducto o como se quiera decir para Rajoy. Simulado y en diferido. Cospedal dixit. La única pregunta importante y de la que se deriva todo lo demás es: ¿un Gobierno para qué? Es el interrogante de Lenin, todo hay que decirlo. A mi juicio, un Gobierno para cambiar la Constitución y que los separatistas se puedan largar con todas las bendiciones según la doctrina Fernández-Miranda: de la ley a la ley. Todos tienen rostro de malos y entre todos se van a cargar España poniendo, eso sí, carita bonachona. Los feos pintan inocencia.
