La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónicas galantes

Lengua e imperio en Eurovisión

Si Shakespeare le está ganando por goleada a Cervantes en el 400 aniversario de los dos escritores, no ha de extrañar que España acuda este año a Eurovisión con una canción en inglés. Say Yay se titula la pieza que la cantante Bárbara Reyzábal, alias Barei, defenderá en ese festival de estética democristiana, pese al enfado que su actitud ha suscitado en la Real Academia de la Lengua. De la lengua española, naturalmente.

Opinan los académicos que esta traición al castellano es "un disparate", ignorando que en realidad se trata de la opción más lógica. Ya el ilustre gramático Antonio de Nebrija advirtió hace cinco siglos que "siempre la lengua fue compañera del imperio" y que cuando el uno cae, cae también la otra. La Academia debiera saber que el imperio español se derrumbó hace ya muchas lunas y que el actual, con sede en Washington, habla en inglés.

Esta es la comprensible razón por la que casi todos los participantes en el concurso de la canción europea emiten sus gorgoritos en inglés más o menos aproximativo. Nada más natural. La lengua que un día fue de Shakespeare lo es ahora del mundo, hasta el punto de reducir a todas las demás a la mera condición de idiomas de uso local. Eurovisión no hace más que reflejar lo que pasa aquí y en Pekín.

Ni siquiera los franceses que aún sueñan con la grandeur como en tiempos de Napoleón pudieron impedir que su lengua dejase de ser la de la diplomacia internacional.

También el francés perdió pie en los Correos mundiales donde reinaba como idioma oficial mucho antes de que llegasen los americanos con sus emails y sus WhatsApps a arrebatarle esa histórica primacía. Ahora le queda tan solo el refugio de los restaurantes con pretensiones, donde los platos del menú se escriben en la lengua de Brillat-Savarin para impresionar a la clientela y añadirle ceros a la cuenta.

Al español, por su parte, le resta el consuelo de los cientos de millones de personas que lo hablan en España y sus antiguas colonias, aunque eso no quita que su papel sea más bien subalterno. El latín de la nueva Roma americana es el inglés y, por tanto, también el de todas sus provincias, incluida la hispana. Nebrija llevaba razón.

Cierto es que aquí creemos hablar en castellano -o en gallego, eusquera o catalán-, pero la cruda realidad sugiere que lo que estamos utilizando a diario es más bien una de tantas jergas del spanglish. Nos comunicamos por email, guasapeamos, hacemos spoilers de las películas que los demás no han visto y ocupamos puestos júnior o sénior en las empresas dirigidas por mánagers que diseñan el marketing y el merchandising atendiendo al target del consumidor.

Por supuesto, el público se ha convertido en "audiencia" y los gobernantes hablan de sus "políticas", burda traducción del "politics" inglés que hasta no hace mucho se llamaba en España "política", en singular y a secas. Entre esto y que los partidos de baloncesto se ganan por "ocho puntos arriba", el castellano se ha convertido en un simpático spanglish portorriqueño.

Difícil será reprocharle a la cantante Barei que se presente en los tablaos de Eurovisión con una canción en la lengua del (actual) imperio, cuando las películas suelen estrenarse ya aquí con su título original en inglés. Lo raro del asunto, si acaso, es que España sea uno de los países donde menos se habla esa lengua. Tampoco importa. Seguro que se nos entiende todo.

Compartir el artículo

stats