Se creían que nos íbamos a quedar sin fiesta por cuatro gotas de nada. Pues no, "de la necesidad, virtud", como dice mi abuela Consuelo. ¿Cuáles son los Carnavales más glamurosos del universo conocido? ¿Los de Brasil? No, los de Venecia. Y por eso hemos decidido reorganizar todo esto y si los carnavaleros no van a los canales, los canales vienen a los carnavaleros.

Cuando pegó a llover, yo ya le dije a Miguel que fuera sacando el disfraz de Capitán Pescanova, que va de miedo con mi atuendo de sirena. No veas el juego que da ir toda la noche haciendo como que me pesca con una red homologada por la normativa europea. Yamisleisis va de pulpa hembra y Agoney de burgado, y organizamos como un belén, pero de frigorífico. Como Agoney es del método Stanislavski va a la pescadería de Chanito y se revuelca un pizco en el mostrador para coger el olor característico de bodega de pesquero coreano.

Pero eso fue como hasta las 20.00 horas. Pensando que el chipi chipi pararía. Nosotros somos muy devotos de la aplicación esa del Google que te va diciendo cómo va a estar el tiempo, y vimos que aquello era un remedo del diluvio universal. Entonces, cambiamos escenografía y temática. Miguel está de muerte con la barba blanca de Noé. Cogimos el tráiler que nos agenciamos para trasladar la logística de la noche en la cola de las entradas de la drag, y la tuneamos convenientemente con unas tablas del Leroy Merlin. Una vez pertrechado el arca, faltaban los animales. Yo de leoparda, Yamisleisis de manta raya y Agoney de pavo real, que él no es de natural sencillo.

Pero no, porque seguía lloviendo y el agua ya cogía medio metro de altura en la zona de la terraza La Alemana. Y fue entonces mi estibador, que es un hombre muy viajado, el que me dijo: "Yo una vez vi una foto de una plaza de Venecia que iban las góndolas por en medio". Los ojos como chernes se me pusieron. Ya me estaba viendo con una zódiac de la Cruz Roja por todo Santa Catalina, y mi Miguel de gondolero cantando O sole mio, que él tiene buena caja torácica para dejar en nada al mismísimo Pepe Benavente. Y dicho y hecho. En dos patadas nos habíamos agenciado el material.

No saben ustedes lo lucido que nos quedó todo. Los cruceristas despistados, que no sabían si habían contratado el billete para el Atlántico o para el Mediterráneo. Y a falta de vaporetto, un Fred Olsen atracado a la altura de Ripoche. Si es que cuando nos ponemos, nos ponemos.