El Bilbao salió muy bien, muy inspirado en ataque, sabiendo en todo momento lo que había quw hacer y aprovechó la juventud de varios jugadores del Gran Canaria. Pero luego a mitad del tercer cuarto, la salida de Pablo Aguilar cambió el partido. Se acabó la ansiedad. Empezaron a defender con mucha tenacidad, muy encima de los contrarios y vaciaron por completo el depósito del Bilbao y siguieron en esa dinámica. A partir de mitad del tercer cuarto, sí que controlaron muy bien la ansiedad, y ese espíritu de Aguilar les llevó a la final.

Los tres directores de juego, Aíto, Oliver y Pangos, han estado excepcionales. Yo no entendía mucho el hecho de mantener tanto tiempo al base canadiense al final, pero tengo que darle la razón a Aíto. Oliver hizo un grandísimo trabajo, el único que prácticamente estaba al nivel del Bilbao en el primer tiempo, hizo un partidazo, mantuvo al Gran Canaria, aunque fuera por debajo en el marcador.

Al final del partido la juventud de Pangos y su acierto pudo con la veteranía del base catalán del Dominion Bilbao Basket, Raúl López, exjugador de la NBA con los Utah Jazz. Todos esos jugadores, junto a la energía que transmitió Pablo Aguilar, han logrado que estén en una final histórica.

Es una oportunidad de oro que se ha cumplido. Siempre he planteado estas copas a ocho equipos que hay que ganar el primer partido, el segundo partido te tienen que ganar, y en ese sentido este Gran Canaria ha sabido hacerlo. Luego en una final hay que estar en ellas para ganarlas y también para perderlas.

Lo más importante es que el Herbalife Gran Canaria está en la final de la Copa del Rey 2016. Yo ya estaría pensando en la final y ver que soy capaz de derrotar a mi rival, en este caso el Real Madrid de Pablo Laso, y vencer en la final de la undécima participación del combinado isleño, que ya no sería sólo una victoria, sino sería un hito histórico.