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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

Estado de ánimo

Un periódico relevante publica una serie de sesudos artículos sobre "el estado de ánimo del país", tal cual, donde no menos sesudos articulistas desbrozan, por ejemplo, si nos encontramos o no tan tocados en la configuración ósea nacional como en la crisis del 98. Fue con la pérdida de las colonias cuando más nos dedicamos a preguntarnos por nosotros mismos, y a hacer autobombo sobre la eficacia de los valores españoles frente a los extranjeros. Y aunque las décadas desde el grito ¡que inventen ellos! han sido bastantes, todavía se mantienen a la vera de la sociedad española creencias tan indestructibles como que "no tenemos remedio", "nos lo merecemos", "siempre será igual", "nunca se acabará con todo esto", "vivimos de la recomendación", "esto es un país de burócratas", "no todo tenemos las mismas oportunidades"... Terrible que una democracia con tanto ímpetu fundacional como la española, finalmente, no haya podido quitarse de encima unos sambenitos estructurales que amenazan con descomponerla por la falta de iniciativa de una clase política aplicada al inmovilismo.

Ahora, por desgracia, la preocupación debería estar en saber cuál es el escalón más alto de la corrupción. Esperanza Aguirre quiere situar en el estado de ánimo nacional la versión de que ella, con su dimisión en la presidencia del PP madrileño, aunque seguirá siendo concejala, queda separada de la tropa Granados y de sus cuentas corrientes en Suiza. La condesa, a la que aún no se le ha encontrado ninguna hucha helvética, tiene las claves para aclarar si altos cargos de su etapa hacían fortuna en plan llanero solitario o bien pertenecían a una trama con bifurcaciones políticas y asentada en el cuerpo político de la misma manera que está un conserje en la cámara alta.

El PP, a estas alturas, con el aliento de Luis Bárcenas y Rita Barberá en el cogote, no puede ocultar que tiene un desarreglo sistémico en su organización financiera. He aquí una pieza del estado de ánimo. Pero los charcos nunca vienen solos: todo este edificio en descomposición, afectado por la aluminosis, se expande en pleno proceso de contactos del PSOE para obtener apoyo de cara a sacar adelante la investidura de Pedro Sánchez. Curioso brebaje: líderes en el tira y afloja de las negociaciones en el contexto de una democracia atacada una y otra vez por delincuentes que fueron hombres de confianza de un partido, que esconden los secretos de sus asuntos con constructores, que incluso pudieron llegar a torcer la voluntad democrática de una comunidad con pagos a tránsfugas, que anticipan su enriquecimiento personal antes de una confesión que ponga de una vez por todas las cartas boca arriba. El estado de ánimo, por supuesto, es de absoluto descrédito y desconfianza, el temor absoluto de que el sistema sufra una carcoma que empezó por las patas de la silla y que termina con la cúspide.

Extraño paisaje: la Corona, una infanta y su marido, ante el juez; la Guardia Civil con registros en el PP, o en casa de un delfín del sector del ladrillo. Por cierto, los picolos temían el día de autos que la Reina estuviese en la mansión haciendo yoga, dada su amistad con la consorte; relación cortada de cuajo por Zarzuela a la vista de que por allí viaja el xilófago. La impresión es que las bañeras se desbordan y que el agua parece entrar en tromba hasta en los camarotes de primera. La sensación, desde luego, es de cansancio. ¿Un estado de ánimo? No falta hasta un Gregorio Samsa, el protagonista de La metamorfosis de Kafka, que un día se levantó convertido en un repugnante insecto. Y la preferencia viene de la comodidad que ofrece tal fisonomía para cambiar de mundo, habitar un recóndito lugar de la urbe, a escape de todas las operaciones que se entretejen en tierra abierta. Es común, incluso, que el grupo que amasa una fortuna, que tiene maletines de 500 para pagar a montadores de Ikea, pase de largo y no se entretengan en echarle encima la rueda de uno de sus lujosos autos, amontonados en cocheras donde un mecánico los pone en marcha a la vez como en una sinfonía del triunfo de la perdición.

¿Igual que en el 98? Aquí no se nos escabulleron unos terruños de ultramar. Para la ocasión se nos van las vergüenzas, y salen de las alcantarillas tipos, elementos, que ya no filosofan sobre el pesimismo de la patria, sino que tratan de convertir en normal recauchutar su estómago de fortunas ilícitas. No sé si nos recuperaremos.

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