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Piedra lunar

Despedida (erótica)

Nuestra generación incursionó en la literatura erótica a través de algunas obras de La sonrisa vertical, colección dirigida por Luis G. Berlanga en la década de 1970, y singularmente con la escritora nicaragüense Gioconda Belli. Al tratarse de un género que exalta la sensualidad humana, siempre es necesario deslindar erotismo y pornografía, para no caer en los límites a que nos lleva Henry Miller (Sexus, Plexus, Nexus) a pesar de su voluntad crítica con la cultura de su entorno. Dunia Sánchez Padrón (LPGC, 1971) acaba de publicar Despedida (Beginbook Ediciones, 2016), un delicado libro que en sus contadas cien páginas ofrece en su forma y estructura tres dimensiones: expresión plástica, prosa poética y contenido erótico, aspectos que ponen en valor la creatividad de esta artista integral. La obra reproduce 39 cuadros de la propia autora que en su tamaño real se expusieron en el Museo Poeta Domingo Rivero. En los colores planos de estos lienzos aflora, sin ser una amalgama, sensualidad, mundo vegetal y figuras antropomorfas, una plástica seriada repleta de sugerencias oníricas. Por otra parte, la expresión textual, en la brevedad de cada página, se organiza en 39 títulos en prosa que ofrecen una sintaxis con ritmo interno propio del lenguaje poético (metáforas, paralelismos sintácticos, anáforas, comparaciones, símbolos...), que marca distancia con la mera expresión narrativa, al carecer de tiempo, espacio y personajes propios del relato. En estos textos se crea una realidad edénica en la que transitan aspectos existenciales: soledad, angustia, sueños, placer, desesperanza, nostalgia, etc, que atenazan o exaltan a una protagonista confesional de un amor carnal, con el deseo a flor de piel, presente y ausente al mismo tiempo, como si se pretendiera utilizar el deseo sexual como sendero hacia la realización y el desarrollo del espíritu. Habitar otro mundo, como manera de justificar la "despedida", a modo de huida de la burda realidad que es término que da título a la obra, con un marchamo hondamente romántico, sin caer en manierismos expresivos. Es un extenso prosopoema que nos remite al mundo donde se aloja la poesía amorosa. Tanto la plástica de colores primarios como la prosa poética, aun siendo lenguajes diferentes, son el soporte de un contenido erótico sutilmente expresado en el que prevalece la relación lésbica figurada, que manifiesta la introspección de un ser impersonal que singulariza la sensibilidad femenina desde la desnudez ante la sociedad y ante la no explícita heterosexualidad. La luna, la penumbra y la nocturnidad son elementos recurrentes que envuelven un universo de sugerencias, cautamente dibujadas mediante un lenguaje elaborado.

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