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Papel vegetal

Sajonia avergüenza a Alemania

Desde que comenzó la llegada masiva de refugiados a Alemania, el Estado federado de Sajonia domina casi diariamente los titulares de noticias en el país donde escribo esta columna. Apenas pasa una semana sin que se conozca algún incidente vergonzoso que tiene a los inmigrantes como víctimas.

El último se produjo cuando un grupo de ciudadanos exaltados rodeó un autobús en el que viajaban refugiados con niños pequeños y, al grito claramente xenófobo de "Somos el pueblo", intentaron impedir que bajaran del vehículo.

Por las mismas fechas alguien prendió también fuego a un edificio destinado a acoger a inmigrantes de Oriente Próximo, un incendio más en toda una serie que hace que algunos como el jefe de la policía de Leipzig haya llegado a hablar de "ambiente de pogromo".

En vano tratan de relativizar esos ataques las autoridades de ese Land de la antigua Alemania comunista, gobernado desde hace años por los cristianodemócratas, argumentando que en Sajonia no se da mayor xenofobia que en otras partes del país.

Es cierto que ha habido manifestaciones de ese tipo en otros Laender, pero las estadísticas indican que Sajonia, que debe acoger sólo un 5 por ciento de los refugiados a los que se ha comprometido a dar asilo Alemania, registra una quinta parte de todas las agresiones xenófobas en suelo germano.

Los expertos han tratado de explicar ese fenómeno atribuyéndolo a diversos factores, en especial al descontento acumulado en los años transcurridos desde la caída del muro de Berlín, descontento que se traduce en "odio, agresión y rabia" contra los extranjeros.

Según el profesor Hans Vorländer, de la Universidad de Dresde, la capital de ese Land, existe entre los sajones una sensación de abandono, a la que contribuye la apertura de las fronteras con las vecinas Polonia y Chequia, relacionada con un mayor índice de delincuencia.

Fuera de las zonas urbanas como Dresde o Leipzig escasean los médicos y los transportes públicos no funcionan tan bien como sería de desear, lo que aumenta la frustración de muchos, que ven con resentimiento el trato que se da a los refugiados y culpan de todo ello al Gobierno.

A lo que se suma el hecho muy conocido de que los sajones, como los bávaros, han tenido siempre el sentimiento de ser especiales, diferentes, lo que hace que sobrevaloren al propio grupo frente a quienes llegan de fuera, aunque sean compatriotas, y no digamos ya si se trata de inmigrantes.

Tras los últimos ataques xenófobos, en especial el dirigido contra el autobús, el jefe de Gobierno de ese Land, el cristianodemócrata Stanislaw Tillich, claramente frustrado, dijo en público que los agresores "no eran personas, sino criminales", lo que contribuyó a enardecer aún más los ánimos.

Sea como fuere, lo cierto es que el ambiente está cada vez más caldeado en Alemania y la canciller Angela Merkel es objeto de críticas crecientes dentro de su propio partido y en especial por parte de sus aliados cristianosociales bávaros, que hablan incluso de presentar un recurso ante el Tribunal Constitucional contra su política de refugiados.

Mientras tanto, las redes sociales arden de los más disparatados rumores sobre agresiones de inmigrantes a médicos de hospitales, supuestas enfermedades de que son portadores, la negativa de los hombres a ser tratados por doctoras o la visita de los varones a burdeles con bonos que les proporcionan algunos gobiernos municipales.

Por si fuera poco, la presidenta del partido ultraderechista Alternativa para Alemania ha levantado una polémica al declararse partidaria de que la policía de fronteras pueda utilizar armas de fuego contra los inmigrantes que intenten entrar por la fuerza en el país.

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