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Crónicas galantes

Menos machos, más hombres

La vieja imagen del macho más dotado de prepotencia que de hombría empieza a perder lustre en España, como tantas otras antigüedades. De momento, la última estadística de la OCDE sitúa a los españoles entre los varones del mundo más aplicados a las tareas domésticas, por encima de los alemanes o los británicos y a escasa distancia de la avanzada Escandinavia. No es un detalle trivial.

Todavía no somos daneses o noruegos, naturalmente; pero lo único que nos diferencia de los suecos en este aspecto es que aquí las mujeres trabajan una hora más en la casa que sus pares de Estocolmo. Solo eso nos separa, dado que así en España como en Suecia los hombres dedican exactamente las mismas 2,6 horas cada día a repartirse con sus señoras los trabajos de la casa. Habrá quien se lo crea y quien no, que eso ya es cuestión más ardua.

Curiosamente, los números de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico que parecen desmentir el machismo español, confirman sin embargo los tópicos vigentes sobre otros pueblos.

El machote rampante por excelencia seguiría siendo -en Europa- el italiano, seguido muy de cerca por nuestro amable vecino portugués. Cada uno de ellos trabaja en las labores del hogar apenas hora y media al día, lo que equivale a la quinta parte de la faena con la que cargan las mujeres debido a esa incomparecencia del varón de la casa.

Previsiblemente, los machos más espesos del mundo son, por este orden, los indios, los turcos y los mexicanos, que a lo sumo dedican una horita suelta a hacer arreglos en el domicilio frente a las seis que constituyen la jornada doméstica de sus señoras.

Ni siquiera se trata de una cuestión de riqueza, por más que la estadística abarque tan solo a los países desarrollados o en vías de serlo. En lugares tan prósperos como Japón o Corea del Sur, por ejemplo, los inesperados datos establecen que la parte masculina de la población accede a emplear como mucho una hora de su tiempo en las faenas caseras. Se conoce que prefieren confiar esos trabajos menores a las mujeres de la casa, que pechan con las cuatro o cinco horas diarias restantes.

El del hogar es un trabajo no retribuido que, sin embargo, resulta esencial para la buena marcha de la economía de cualquier país. Cocinar, lavar la ropa, planchar, pasar la fregona y/o cuidar de los niños son tareas injustamente denostadas que la tradición -tan varonil- suele descargar astutamente sobre los hombros de las mujeres.

Se trata de una evidente falta de caballerosidad por parte de los varones que, felizmente, estaría en vías de ser corregida en España. Si las comparativas internacionales no mienten, este empieza a dejar de ser aquel país vagamente islámico en el que a la mujer se le reservaba la extraña profesión de "sus labores".

Lo que la OCDE ha venido a confirmar con sus listados es el cambio revolucionario que en apenas cuatro décadas experimentó una España donde, a día de hoy, las mujeres son clara mayoría en las universidades y llevan camino de serlo también en muchos campos laborales.

Algo habrá tenido que ver con estos felices logros la democracia de la que ahora abjuran algunos botarates metidos a políticos. Digan lo que digan, cada vez hay menos machos y más hombres en este que fue país de rudos cabreros. Palabra de OCDE.

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