Cuando miras de reojo al niño que fuiste, recuerdas a César Vallejo, compañero: "Considerando sus documentos generales/ y mirando con lentes aquel certificado/ que prueba que nació muy pequeñito?" "Pues yo no", me dice un amigo periodista tinerfeño cuyo nombre siempre olvido, "pues que te zurzan," le digo; "mal lo tienes si no eres capaz de saltar hacia Vallejo, aquel poeta peruano que tanto nos quiso." Porque a todos, al menos una vez, alguien nos quiso. La primera persona, en casi todos los casos salvo desgracias, la madre que nos parió. El padre, que no nos parió, también pero a su manera, con esa distancia entre el cariño y la melancolía del afecto que marcaban los tiempos grises. En cierta ocasión, me impidió tomar una tercera tónica Schweppes, decía que era medicina más que refresco, que por eso había que ser prudente en su consumo, y me contó su origen: los británicos en la India, la malaria y la quinina con soda y lima, que fructificó en tónica. Sus consejos e historias no paliaron el desasosiego pues yo militaba en la publicidad de la tónica Schweppes, que siempre me transmitió simpatía y me la sigue transmitiendo. Mi amigo periodista tinerfeño, resabiado, desconfiado, poco cariñoso, como casi todos los periodistas tinerfeños, tampoco entiende mi asociación de tónica y simpatía, no sólo no la entiende sino que la desprecia. Le recuerdo que es más difícil encontrar un agua con gas en un bar de Santa Cruz de Tenerife que una aguja en un pajar. "¿Y eso que tiene que ver con la tónica, aprendiz de analogías, pseudocanarión, peseudopeninsular y pseudo periodista?" Confieso que lo que más me duele es lo de aprendiz de analogías, lo único que me duele. Porque cuando miro a mi infancia también me encuentro a Stevenson: "Cincuenta años atrás, cuando el señor Soulis llegó por primera vez a Balweary, era todavía joven (?) y estaba lleno de saberes librescos y elocuencia." (del cuento Janet la contrahecha). Y con él me vuelvo a la quinina y a su representación en la tierra de la simpatía, la tónica, también en los mares del sur. El niño que fuiste te acompaña siempre en esas y otras analogías, porque el encanto de tu vida presente es más pleno si te sabes niño y te ausentas cuando no puedes beber tónica. Por eso este artículo es tan tonto, más bien infeliz, infantil, naif, porque le falta toda la sabiduría del amigo periodista tinerfeño. ¡Cuánta carencia!