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Papel vegetal

Dan por fracasada la política de refugiados de la canciller

Los medios alemanes dan ya en general por fracasada la política de refugiados de Angela Merkel, que tropieza con cada vez más obstáculos tanto internos como externos hasta el punto de que hay quienes hacen apuestas ya por su sucesión, algo impensable hace un año.

Los obstáculos externos pueden resumirse en la negativa de los socios europeos a descargar a la canciller de un problema que, según dicen todos, se ha buscado en cierto modo ella solita con su política inicial de puertas abiertas a cuantos huían de las guerras en Oriente Medio.

En la propia Alemania, donde el drama de los refugiados llena los telediarios al punto de que no parece existir ninguna otra noticia de interés, lo que se percibe como egoísmo y falta de solidaridad de los socios, sobre todo los países del antiguo bloque comunista, es motivo de creciente enojo.

De modo paralelo aumentan las voces dentro del propio partido cristianodemócrata de la canciller, y no digamos ya de la CSU bávara, que exigen un cambio de rumbo que sustituya el enfoque "humanitario" inicial de Merkel por otro más acorde con la "realpolitik".

Alemania tiene que poner límites a los refugiados que llaman a sus puertas como han hecho ya otros países, señalan esas voces críticas, que tampoco parecen creer que la oferta monetaria hecha por Bruselas a Turquía para que intente controlar allí ese incesante flujo vaya a servir a la larga de mucho.

La obstinación inicial de Merkel en su política de defensa de los derechos humanos parece dejar paso poco a poco al realismo y, como señalaba el semanario Der Spiegel en un reciente comentario editorial, se dibuja ahora una "división del trabajo".

Alemania puede seguir haciendo de policía bueno porque otros, como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, hacen desde el principio el papel de malos y pueden servirle a Berlín de cínica coartada para un gradual cambio de rumbo.

Resulta por otro lado significativo que en los debates que uno ha podido escuchar en las dos últimas semanas en la televisión germana, los defensores de la realpolitik hayan puesto siempre como ejemplo el modo en que el Gobierno español ha resuelto el problema negociando con Marruecos.

Lo que se busca es que quienes huyen de la destrucción de Siria o Irak o del interminable conflicto afgano puedan quedarse en las puertas de Europa, en reductos financiados con dinero europeo, y sin crear más tensiones sociales que las que ya se han producido.

Tensiones que han contribuido a alimentar movimientos o partidos xenófobos como Pegida o Alternativa para Alemania, que hacen temer a la CDU de Merkel y a sus aliados socialdemócratas fuertes pérdidas en las tres elecciones regionales de este mes en Baden-Württemberg, Renania-Palatinado y Sajonia-Anhalt.

La discusión pública en torno al problema de los refugiados cobra cada vez mayor virulencia no sólo en Alemania sino también en los países vecinos, donde son cada vez más los que reclaman defender las fronteras interiores del espacio Schengen si no se protegen suficientemente las exteriores.

Al mismo tiempo, sobre todo desde los sucesos de la estación de Colonia, donde se produjeron vejaciones machistas protagonizadas en muchos casos por inmigrantes, aunque no todos ellos refugiados, aumentan las críticas a los medios de comunicación por minimizar tales sucesos.

La crítica a los medios, a los que muchos acusan de "corrección política", es compartida por algún intelectual conservador como el filósofo Peter Sloterdijk o Rüdiger Safranski, que los acusan de ser insensibles a las preocupaciones de la gente cuando no directamente de "mentir".

La desconfianza hacia la prensa, a la que se considera parte del establishment, es cada vez mayor en Alemania, peligrosa evolución de la opinión pública alemana que tiene cierto paralelo con lo que ocurre en Estados Unidos y que explica el auge de un político demagogo y xenófobo como el aspirante republicano Donald Trump.

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