La Provincia - Diario de Las Palmas

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No voy a pedir perdón

No voy a pedir perdón. Ni pienso. Como tantas mujeres, no quiero un indulto por el 8 de marzo. Ni la amnistía por el delito de no llegar a todo: trabajo, casa, hijos y lo que caiga. Y cae mucho. Tampoco por no ser doña perfecta, todoterreno o directamente la heroína sacada del cuento.

Me niego a que pidamos perdón por olvidar la reunión del colegio; por ir al supermercado a destiempo; por la ropa acumulada; por dejarnos atrás la mochila del niño; por comer potaje tres días seguidos; por tener el tanque del coche en reserva; o por estar agotadas y no poder lucir, encima, la mejor de las sonrisas.

Las mujeres no andamos, corremos por la vida. Veinticuatro horas, cientos de tareas y todas las lupas encima. La que usa el jefe por si incumples puesto y sueldo. La que emplean en tu casa perfectamente atendida. La que te machaca con los cánones de belleza. Y, la peor, la que llevamos en el bolso para autoexaminarnos cada día.

Sabiendo que dedicamos el triple del tiempo que los hombres a las tareas domésticas; sabiendo que, según la OCDE, el PIB por habitante en Europa crecería un 12% si esa dedicación se igualase, vamos, para empezar, a perdonarnos a nosotras mismas.

Demos tremenda patada a los sentimientos de culpa, a creernos obligadas a llegar a todo, y además, haciéndolo como nadie y sin que nada falle. No, y mil veces no a costa de un sobreesfuerzo que, en general, no hacen ellos. Y cuando algo sale mal o simplemente no sale, no pidamos perdón por ello.

Como tampoco pidamos clemencia mientras en Canarias ganamos 3.000 euros al año menos que los hombres; copamos, con un 68%, los contratos a tiempo parcial; llenamos las listas del paro de larga duración; y, aunque mejor preparadas, estamos peor empleadas.

Datos que tienen una misma causa: la desigualdad. Y un mismo origen: la falta de compromiso de muchos que tienes al lado, encantados de estar en zona de confort y que el sistema, a veces con nuestro beneplácito o con nuestro silencio, se encarga de tapar bajo la alfombra.

Un sistema que tampoco se aviene cuando se demuestra que el cuento es al revés, que contamos con valores añadidos y que tenemos mucho que aportar a tenor del estudio de Peterson Institute for International Economics.

El informe del centro norteamericano, tras analizar 22.000 compañías en el mundo de las que unas 100 son españolas, destaca que las empresas con más presencia femenina en puestos directivos tienen un 15% más de beneficios.

Aunque los altos cargos siguen ocupados mayoritariamente por hombres ya que el 60% de las sociedades analizadas no tiene mujeres en su dirección, resulta que allí donde estamos las hacemos más rentables.

Algo que tiene que ver con habilidades como una mejor gestión del tiempo, de los recursos y de los equipos; una mayor empatía con los problemas familiares-laborales; mayores dotes de planificación; o más capacidad de resolución frente a situaciones de crisis.

Destrezas que son las que aplicamos en nuestra vida diaria, en nuestra carrera sin tino. Con ellas, para desarrollarlas en el ámbito laboral a beneficio del sistema, y con la exigencia de políticas donde la conciliación también sea cosa de hombres, dejemos ya de triturarnos en culpas y de pedir perdón por no llegar a todo.

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