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El análisis

La traición del independentismo catalán a la II República

El gobierno de la República tuvo que luchar contra la insurrección militar franquista, contra el fascismo italiano y alemán, y contra la indiferencia francesa y la hostilidad británica, promotora del vergonzante Comité de No Intervención. Pero en la retaguardia tuvo que luchar contra los independentistas catalanes conservadores y de izquierda, que aprovecharon la guerra civil, como siempre han aprovechado los momentos de crisis y debilidad de los gobiernos de España, para proclamar la independencia de Cataluña. No nos engañemos, ha dicho el catedrático de izquierdas catalán Vicenç Navarro en el diario Público del 24 de junio de 2010: "Las clases dominantes de las diferentes naciones de España se aliaron para derrotar a la República, siendo los nacionalistas conservadores y liberales catalanes de los años treinta los mayores promotores en Cataluña del golpe militar que persiguió con mayor brutalidad la identidad catalana". Azaña denunció que en el alzamiento militar los catalanistas conservadores se pusieron decididamente al servicio de la Junta de Burgos, como antes al servicio de la dictadura de Primo de Rivera.

La izquierda independentista catalana aprovechó la proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931, para declarar unilateralmente la independencia de Cataluña, de la que desistió ante la promesa del Gobierno Provisional de elaborar el Estatuto de Autonomía, cuya aprobación no impidió que el 7 de octubre de 1934, aprovechando la revolución de Asturias, se rebelara militarmente, liderada por Esquerra Republicana (ERC), contra el gobierno de la República, y volviera a proclamar la independencia, que se abortó por la declaración del Estado de guerra por el gobierno Lerroux, en el que se condenó a los miembros de la Generalitat a 30 años de reclusión y se disolvió la autonomía. El Frente Popular no sólo los indultó y restauró la vigencia del Estatuto, sino que ERC tuvo seis ministros en los gobiernos del Frente durante la guerra civil, a pesar de lo cual traicionaron a la República durante la guerra civil, como se revela en los excepcionales artículos de Azaña, escritos desde el exilio en Francia, que quizá fueran los más amargos y acaso también los más lúcidos, especialmente los de "Cataluña en la Guerra" y la "Insurrección libertaria y el Eje Barcelona-Bilbao", sobre la traición a la República de los independentistas catalanes en la guerra civil, a la que también se había referido en su excelente "Velada de Benicarló", en el que acusa expresamente de traición a la Generalitat, y en la anotación del 19 de septiembre de 1937 en el Cuaderno de la Pobleta, en el que relata el duro encuentro en Valencia con Pi y Suñer, su amigo y conseller de la Generalitat, al que conocía cuando era alcalde de Barcelona, al que le reprocha duramente que Companys no se había privado de ninguna transgresión ni de ninguna invasión de las funciones del Gobierno de la República.

En los anteriores textos escritos por Azaña, revela que la Ge-neralitat y la CNT asaltaron la fron- tera, las aduanas, el Banco de España, Montjuic, los cuarteles, el parque, la Telefónica, la Campsa, el puerto, las minas de potasa, crearon la consejería de Defensa, se pusieron a dirigir su guerra que fue un modo de impedirla, quisieron conquistar Aragón, decretaron la insensata expedición a Baleares para construir la gran Cataluña de Prat de la Riba. Relata Azaña que la Generalitat ha vivido "en franca rebelión e insubordinación y si no ha tomado las armas para hacer la guerra al Estado será o porque no las tiene o por falta de decisión o por ambas cosas pero no por falta de ganas". Azaña sigue con sus acusaciones: delegaciones de la Generalitat en el extranjero, creación de la moneda catalana, creación del ejército catalán, al considerar que el ejército de la República era un ejército de ocupación, y una referencia al eje Bilbao-Barcelona que en aquel contexto hay que entenderlo no como un eje contra Franco sino contra el propio Gobierno de la República. Aza-ña protesta por la expulsión de Barcelona del acorazado inglés Nelson y lo atribuye a las intenciones de Cataluña de actuar como nación "neutral" en la Guerra Civil. Cataluña habría tratado de llegar a la paz con Franco circunscrita a los países catalanes. Todos los establecimientos militares de Barcelona quedaron en poder de las mili-cias antifascistas, controladas por los sindicatos. La policía de fronteras, las aduanas, los ferrocarriles, y otros servicios de igual importancia fueron arrebatados al Estado. La Universidad de Barcelona se convirtió en Universidad de Cataluña. Hasta el teatro del Liceo, propiedad de una empre-sa, se llamó Teatro Nacional de Cataluña. (En él se representaban zarzuelas madrileñas y óperas francesas o italianas, ironiza Azaña.) El gobierno catalán emitió unos billetes, manifiestamente ilegítimos, puesto que el privile-gio de emisión estaba reservado al Banco de España. Los periódicos oficiosos de Barcelona comentaron: "Ha sido creada la moneda catalana". También aquel gobierno publicó unos decretos organizando las fuerzas militares de Cataluña. Azaña califica el programa de Companys como el programa ampliado de la revolución del 6 de octubre de 1934, por el que Companys había sido condenado a treinta años de cárcel por el Tribunal de Garantías, el equivalente al actual Tribunal Constitucional.

En los tiempos de mayor desbarajuste, subyugado el gobierno catalán por la CNT, pactó con los sindicatos un decreto de militarización, concediendo en cambio que ciertas industrias serían oficialmente colectivizadas. La colectivización y ruina de las industrias y fábricas de material de guerra en Cataluña desarmaron al gobierno de la República. En cierta ocasión, el gobierno catalán suspendió o prohibió la fabricación de un pedido contratado directamente por el gobierno de la República. Hasta septiembre de 1938 no se decidió el Gobierno Negrín a militarizar, sometiendo al ministerio de la Guerra las fábricas de material.

En su artículo "La Insurrección libertaria y el Eje Barcelona-Bilbao" Azaña, decepcionado, que había sido el autor y brillante principal defensor del Estatut, escribió: "Los hechos, parecen demostrar que, con monarquía o con república, en paz o en guerra, bajo un régimen unitario y asimilista o bajo un régimen autonómico la cuestión catalana perdura como un manantial de perturbaciones, de discordias apasionadas, de injusticias. Es la manifestación aguda, muy dolorosa, de una enfermedad crónica del cuerpo español", asumiendo así el criterio de Ortega y Gasset cuando en el debate de 13 de mayo de 1932 sobre el Estatuto de Cataluña, sostuvo que el particularismo independentista catalán era una enfermedad incurable. En la primavera de 1938, en un rapport del Estado Mayor, se afirmaba que, perderse Madrid, Valencia y toda la zona centro-sur de la Península, no significaría haber perdido la guerra, porque desde Cataluña podía emprenderse la reconquista de toda España. En realidad el mismo Azaña ya daba por perdida la guerra en esa fecha, pero el desarme y la traición del catalanismo de izquierdas precipitaron la derrota de la República el 1º de abril de 1939, que podría haber resistido sin muchas dificultades cuatro meses más hasta el comienzo de la segunda guerra mundial con la invasión de Alemania de los Sudetes de Yugoeslavia en septiembre de 1939, lo que hubiese salvado a la República al quedar al lado de las democracias occidentales, que era el objetivo primordial de la política de resistencia del presidente Negrín, que cometió el error de no haber sometido a la Generalitat y la CNT, a un Consejo de Guerra, por traición y rebelión militar, como, por muchos menos hechos y delitos graves, hizo Alejandro Lerroux el 7 de octubre de 1934. Se cometería un grave error olvidar que la izquierda independentista catalana aprovechó la guerra civil para declarar unilateralmente la independencia de Cataluña, y que el tripartito de izquierdas en Cataluña terminó con la práctica desaparición del PSOE-PSC. El mismo riesgo se corre ahora si el PSOE pacta el apoyo o la abstención de ERC, que lidera ahora de nuevo el proceso independentista catalán en marcha.

(*) Vicepresidente la Fundación Juan Negrín

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