Tal vez la australiana Looking for Grace, de Sue Brooks, aloje el planteamiento más transparente de la miscelánea de títulos de esta Sección Oficial. La película es una road movie que arranca con la huida de una adolescente de 16 años (Odessa Young) y la búsqueda que emprenden sus padres (Radha Mitchel y Richard Roxburgh), junto a un simpático detective jubilado (Terry Norris).

La estructura narrativa se articula como un rompecabezas que engarza las distintas perspectivas de los personajes, de manera que muchos de los pasajes son repeticiones de las mismas escenas pero intercalando las vivencias propias de cada parte, para así brindar una fotografía completa del puzzle familiar y de la vida, tal como es, según la experimentamos.

En este viaje por las carreteras del oeste de Australia, como una Pequeña Miss Sunshine pero con destino a ninguna parte, afloran los conflictos y tensiones de una pequeña familia con problemas para comunicarse. Incluso, los padres se muestran incapaces de ponerse de acuerdo para manejar la situación y acaban emprendiendo la búsqueda de su hija en mitad de la noche.

Y en ese esfuerzo por mantenerse incólumes van aflorando, poco a poco, sus fragilidades, frustraciones y secretos, como si el acto rebelde de su hija hubiese prendido la mecha que puede hacer saltar todo por los aires.

En este sentido, Brooks consigue mantener durante un tiempo el equilibrio justo entre la carga dramática y las pinceladas de humor, que en este último caso aporta en grande medida el personaje de Norris. También el resto de actuaciones resulta convincente -sobre todo, una Radha Mitchel a quien ya descubrimos por partida doble con Woody Allen en Melinda y Melinda-. Sin embargo, resulta difícil empatizar del todo con las tribulaciones que los atormentan, acaso por la distancia de seguridad que marcan los planos para con los intérpretes a lo largo de la película.

Y así discurre una trama con luces y sombras, hasta que, al final, un giro inesperado quiebra el curso de los acontecimientos y, efectivamente, hace saltar todo por los aires. Una decisión muy impactante con la que, posiblemente, Brooks quiso alumbrar los crueles caprichos del azar y, sin embargo, no hace falta forzar la tragedia para mostrar la volatilidad de la existencia porque el resultado queda, como no puede ser de otra manera, forzado.