Esta columna es personal. Porque se trata de contar algo personal, claro. Resulta que el sábado pasado celebramos el cumpleaños, ochenta años, de mi querido tío Juanjo en el hotel Preciados de Madrid, lugar absolutamente recomendable y acogedor, que alberga al histórico café Varela, y regentado por Melquíades Álvarez. Allí estuvimos casi todos, sobrinos, hermanas, primos, nietos, etc. No puedo mencionarlos porque es imposible y porque seguro que me olvido de alguno, con lo cual cualquiera de los asistentes no citados se enfadará conmigo. Pero aquí están en esta columna, pueden darse por aludidos porque a ellos se alude. Sin embargo, sí voy a citar a mi sobrina Marina, de cinco años, coruñesa especial y singular. Marina recibió muchos impactos ese día, impactos emocionales e impactos escenográficos. Uno de los que más le llamó la atención fue el nombre del anfitrión, Melquíades, primo de mi tía Ana, que nos agasajó con un excelente menú galaico con queimada auténtica incluida. A Marina le debió parecer exótico su nombre, que fue muy citado en el cumpleaños como reconocimiento a su excelente organización y servicio. Marina hizo también otra cosa: recogió con parsimonia todas las pequeñas cartulinas con los nombres de las personas que debían ocupar un lugar u otro en cada una de las mesas. Y se las llevó en una bolsita a La Coruña, y después, el lunes, al colegio. Durante el viaje de vuelta, se dedicó a leer varias veces los nombres de las cartulinas, cosa que mi hermana y mi madre, compañeras de coche, aguantaron con estoica paciencia. A día de hoy, Marina sigue llevando las cartulinas al colegio y se las enseña y lee a sus compañeros y compañeras de clase, y a sus profesores. Ya veremos cuánto dura esta historia, pero aparenta ir para largo. Como la situación de la política española. Estoy convencido de que nada se va a aclarar hasta el último minuto antes de que el árbitro, Felipe VI, pite el final del partido y vuelva a convocar conversaciones con los líderes de los partidos políticos presentes en el congreso, de los diputados y de las diputadas, último hallazgo en pos de la igualdad de los géneros. Por eso, ante tanta incertidumbre, creo que lo mejor es gritar como mi sobrina un gran "¡Viva Melquíades!" porque es un valor seguro, una persona excelente. Como todos mis familiares que asistieron a la celebración del cumpleaños de mi tío, Juan José Fernández Teijeiro.