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Campechano

El Pacto de las Catacumbas

Visto lo visto y oído lo oído, lo sucedido en el Congreso de los Diputados la pasada semana con señorías exaltadas o sobreactuadas, parece que los doctorandos del inusitado experimento político de la España democrática no han podido todavía exultar: Eureka. España continúa en modo avión, activada pero sin conexión al exterior.

Dicen que el arte de la política es dialogar y entenderse, pero el corolario de las dos sesiones del Debate de Desvestidura nos muestra la negación al consenso, a la negociación y nos topamos con los eslabones que cierran ambos flancos de la cadena con la misma metálica inflexibilidad.

Quizás sea el momento de que sus señorías, los viejos y nuevos, los tradicionales y emergentes, los de izquierdas y derechas, los transversales y tangenciales, todos, se las compongan como bien les venga pero que lleguen a un pacto. Ante el divorcio en segundas nupcias, propongo humildemente que los grupos parlamentarios sellen y actualicen el Pacto de las Catacumbas, documento rubricado en 1965 por unos 40 curas y obispos de medio mundo justo cuando concluía el Concilio Vaticano II.

Básicamente, el acuerdo consistió en el compromiso de llevar una vida sencilla despojada de bienes materiales, boato o apariencia y destinar todos los esfuerzos, mortales y espirituales, a proteger, defender y velar por los derechos de los pobres y trabajadores.

El Pacto se compone de 13 cláusulas que pueden inscribirse perfectamente en la esfera y situación político-social de nuestro país, justo cuando la mayoría apela a un cambio, cambio verdadero.

Los firmantes acordaron "procurar vivir según el modo ordinario de nuestra población, en lo que concierne a casa, alimentación, medios de locomoción". Renunciaron "para siempre" a la apariencia y a la realidad de la riqueza, a poseer inmuebles y muebles ni cuenta bancaria. "Pondremos todo a las obras sociales caritativas". Los firmantes rechazaron, asimismo, ser llamados eminencia, excelencia o monseñor.

Se comprometieron a evitar la concesión de privilegios, prioridades o cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos. "Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados".

En las catacumbas de Santa Domitila, estos clérigos asumieron el compromiso de procurar "transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todas y a todos". Fue la génesis del denominado movimiento Teología de la Liberación. Demos vida, pues, a los que persisten en seguir deambulando por las catacumbas de San Jerónimo.

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