El pasado domingo, cuando los jugadores del Herbalife Gran Canaria se retiraban del parqué tras perder contra el Real Madrid, alguien se acercó al túnel de vestuarios y, a grito limpio, señaló a Sitapha Savané como culpable del tropiezo amarillo. No seré yo quien salga a defender a Savané. No creo que, a estas alturas del partido, haga falta que alguien cubra con un paraguas al pívot senegalés. Basta con repasar su carrera deportiva y revisar su trayectoria personal para entender que estamos ante un fenómeno. Negarlo es un ejercicio apto solo para necios.

La cuestión, más allá del calentón por ver como tu equipo pierde contra el Real Madrid, es un asunto más serio y tiene que ver con la educación, los valores que se defienden y el tipo de sociedad en la que vivimos. Mi primer jefe -Juan Nicolás Cruz-, frente al error cometido y después de la explicación de turno como ejercicio de corrección, siempre nos recordaba que "solo se equivoca el que trabaja" antes de lanzar su típica amenaza en tono guasón: "este mes, 10.000 pesetas menos en la nómina".

El Granca, este Granca que en el plazo de diez meses ha disputado dos finales -Eurocup y Copa-, se ha levantado a través de la cultura del esfuerzo. Ni es un equipo grande ni tiene potencial para ganar a un Real Madrid que se va hasta los 103 puntos anotados con un porcentaje de acierto en los triples del 53% (19/36).

En el deporte, como en la vida, a veces vale la pena disfrutar más con la trama que con el desenlace. Y, sobre todo, valorar el esfuerzo del prójimo. Ya sea un héroe, un compañero, un amigo, la pareja o un hijo aunque no se cumplan las expectativas creadas. Así, nos irá mejor a todos.