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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

Una ciudad para peatones modernos

Sólo hay que mirar a la Avenida Marítima o al Paseo de Las Canteras en horas mañaneras o de tarde para saber que nos encontramos en una época de andarines, transeúntes, paseantes, corredores de fondo, viandantes, ciclistas, patinadores, acompañantes de perros, conversadores al paso, solitarios de aceras, oteadores del horizonte... Todos unidos, amarrados por el mismo cordón umbilical: el escamoteo de la plaga del sedentarismo, y de paso el arrinconamiento del orden de la prisa, del acoso del siglo XXI en formato 2.0.

Ante ello, por tanto, parabienes a la idea municipal (para algo hay ahí una izquierda ecológica) de poner a Las Palmas de Gran Canaria o a sus barrios más neurálgicos en situación de peatonalización. Nuestro clima de chanclas y bermudas nos incita a consumir kilómetros sin el auxilio del vehículo, cuestión para la mayor calidad de vida que debe estar por encima de las demandas de los comerciantes. En todo caso, los lamentos del sector del mostrador deben centrarse en lo que en realidad les hace daño: la falta de aparcamientos públicos, y como consecuencia de ello el alto coste por hora de los privados. Ahí debe estar su empeño frente a los gestores municipales.

La inversión tremebunda realizada para la Circunvalación del territorio capitalino de muy poco servirá si la vía no desaloja de tráfico el centro urbano. A estas alturas de la película resulta extraño que todavía Bravo Murillo ande aún acogotada de coches a gran velocidad, igual que si fuese una vía interurbana. Otro tanto de lo mismo podemos pensar de la autovía en su tramo del Guiniguada, una vergüenza de asfalto que parte en dos (algo inédito) el casco histórico de la capital, y que pone en una situación más que desesperada a Los Riscos. Estas laderas más o menos dejadas de la mano de Dios, sus habitantes, tuvieron que pasar por la ignominia de verse utilizados para una candidatura de la Capitalidad Cultural pese a estar a estar atravesadas por esta herida del desarrollismo más puro y duro. En Ciudad Jardín convive la ciudad sin ley contra la arquitectura racionalista de Miguel Martín con el desafuero de una circulación permanente que ha convertido el barrio en una especie de potrero. En Vegueta, otro tanto de lo mismo: resulta penoso ver el tráfico permanente ante el Museo Canario, o frente a bienes de interés cultural como el antiguo seminario o la Iglesia de los Jesuitas.

No hay que carbonizar por antiestética la iniciativa de Cardona para peatonalizar Mesa y López. Es verdad que el pintado del piche no pasará a la historia, más bien quedará en los anales del quiero y no puedo. La combinación de verde y amarillo, si mal no recuerdo, demuestra el cutrerío presupuestario en el que está inmersa Las Palmas de Gran Canaria, amén de activar todas las cautelas posibles para que el tripartito no desarrolle su plan de peatonalización con carencias tan abrumadoras. Espero que la creación de estos nuevos corredores hacia Las Canteras cuenten con adoquinados, drenajes en regla, mobiliario urbano en condiciones. escultura pública, cartelería con buena información... Repetir lo otro sería como contentarnos con cualquier cosa, una manita de pintura plástica y con el tiempo muchos pegotes de chicle.

El tránsito hacia una ciudad cómoda, llena de luz, hiperconectada gracias a su transporte público, limpia (quizás algún día los contenedores de basura subterráneos), sostenible, sensible con su tradición arquitectónica, vigilante con las innovaciones constructivas, equilibrada en el consumo de suelo, segura... Todos estos rasgos y otros siguen a la espera de un presupuesto digno, considerado con lo que conlleva ser una capital, el número de habitantes, el movimiento de foráneos o la atención turística. Indicadores en su mayoría que la hacen merecedora de un reconocimiento financiero para su modernización.

Y ahí está la clave: todas estas personas que divisamos en pleno ejercicio físico han asumido las propuestas científicas para mejorar su salud. La mayoría renuncia al coche privado para ir de un punto a otro. Un gran segmento reclama espacios de esparcimiento cultural y social. Otro tanto quiere un transporte público rápido y eficaz. La vida ha cambiado, ha evolucionado, y la ciudad corre el riesgo de convertirse en un mueble viejo, incapaz de satisfacer los deseos de sus vecinos. Cambiar, invertir en ello, debe ser inaplazable.

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