La Provincia - Diario de Las Palmas

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Música Sociedad Filarmónica

Adam Laloum, pianista y poeta

Entre los 63 aforismos que, con el título Reglas musicales para la vida y el hogar, escribió Schumann para los siete hijos habidos con Clara, leemos: "Toca siempre como si te estuviera escuchado un Maestro". El pianista francés Adam Laloum (28 años) valoró como maestros a cuantos escuchamos su recital para la muy sagaz Filarmónica. Y el imaginario ejército de los "Aliados de David" sumó en Las Palmas centenares de soldados llamados a filas por las 18 Davidsbündlertänze Op. 6 en la inolvidable versión del joven artista. "Sólo cuando tengas totalmente clara la forma tendrás claro el espíritu", dice Schumann en el mismo cuaderno. Laloum siguió el consejo al pie de la letra, haciendo de esa gran colección de juventud un modelo de transparencia formal y de intensidad espiritual.

En realidad, no son danzas sino breves piezas de un genio de 27 años, iconoclasta y objetor de todo lo rutinario en el trance de plasmar (con su "ejército") la ideología romántica. Es elocuente el axioma poético acuñado por él mismo para describir esta Op.6: "Se puede ser feliz en el dolor y estar triste en la felicidad". Con pulsación extraordinariamente sutil y un oído singular para los armónicos, llevó Laloum al público a cada uno de los espacios espirituales de la obra, cuyo fraseo oscila entre el "íntimo fervore" y el "salvaggio e gaio", pasando por el "semplice", el "impetuoso", "con impazienza, "con buon umore", "dolce e cantando", "come da lontano" y otros matices entendidos a la perfección por Laloum y proyectados en su esencia con discreto disimulo, por así decirlo, de su gran exigencia técnica. Lectura exacta y bellísima expresión.

No es un pianista de alardes, aunque puede hacerlos, ni se ocupa en demostrar nada que no sea inspiración y aliento poético. La divina Sonata en si bemol D.960 de Schubert completó un programa que tan solo se atreven a abordar los más veteranos maestros. Esa obra, sacral para el schubertismo militante, es testamentaria por el lirismo trascendental de los temas, la densidad de los desarrollos y el arte de hacer canción en el rigor de la forma. Adam Laloum tutea a Schubert en la tenuidad del calado manual, la cremosidad de la gama dinámica, rica y variada sin pasar apenas del mezzoforte, los colores difuminados y el magistral legato.

En definitiva, un concierto diferente y memorable, braveado con entusiasmo y prolongado con el bis de un intermezzo de Brahms.

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