La Provincia - Diario de Las Palmas

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Tropezones

Otras medidas

Yo siempre había pensado que, siendo todo tan relativo, en el tema de medidas no era mala idea utilizar como patrones de longitud el pie de algún soberano, o el pulgar de cualquier destacado dignatario, según inveterada costumbre, y como todavía se viene haciendo incluso en países de nuestra comunidad europea. ¿Porque quién es capaz de visualizar un metro, en tanto que "la longitud recorrida por la luz en 1/299.729.458 de segundo en el vacío?" Con lo fácil que es imaginarse una yarda, definida como la distancia entre la punta de la nariz y el pulgar extendido de Enrique I de Inglaterra (un intervalo de 0,9144 metros, dicho sea de paso). Creo recordar que el pie inglés corresponde a la regia huella de Carlos I : pues con sus 0,3048 metros no creo que pudiera aspirar sino a una plebeya talla de un 41, por mucho floripondio que luciera su escarpín. Y no deja de ser un consuelo para el monarca haber dejado a la posteridad el patrón de su pie, que corrió mejor suerte que su cabeza, separada de su egregio cuerpo por las huestes de Cromwell.

Sin embargo un episodio ocurrido hace unos días me está planteando serias dudas sobre la idoneidad de la escala humana como referente. El caso es que con ocasión de un congreso de geología, la delegación canadiense repartía entre los asistentes unas pequeñas piedras de un vistoso color verde cristalino, presentadas como pedrería semipreciosa, en bolsitas de piel de ante ad hoc. Eran muestras de una de las formaciones rocosas más viejas conocidas sobre la tierra, cuya antigüedad superaba los 3.800 millones de años. Tuve la suerte de hacerme con uno de esos vetustos guijarros, que se me antojaba un excelente regalo para mi sobrina de 5 años, muy interesada por temas naturales. Pero hete aquí que antes de poder hacer entrega del obsequio, con ocasión de la inminente fecha de su santo, mi sobrina me abordó una tarde y con aires de conspiradora me enseñó un canto rodado que anidaba en la palma de su mano.

"Mira, tío, esta es una piedra muy vieeeja muy vieeeja".

Efectivamente, la piedra, lisa y suave al tacto, parecía pulida por el roce de los siglos. Y la alongación vocal que le confería la voz infantil de mi sobrina terminaba de recular su origen a la noche de los tiempos.

"¿Y tú cómo lo sabes, hija mía?"

" Porque se la encontró abuelo cuando era pequeño"

Yo todavía conservo el pedrusco que había pensado ofrecerle. Se lo daré cuando cumpla su mayoría de edad. Por lo menos me consta que es un tipo de piedra que envejece bien.

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