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Pablo y el concierto de las almas

Una imagen vale más que mil palabras, pero un silencio, a veces, contiene más información que un tocho de Pynchon. El de Errejón, por ejemplo, que, desde el martes, sólo se ha asomado a Twitter para dar ánimos a Rita Maestre. "Castigo rancio", escribió en la red social tras saber que la portavoz del Ayuntamiento de Madrid había sido multada con 4.320 euros por protestar en sujetador en la capilla de la Complutense.

Castigo, también, el suyo, porque un hombre tan hablador como él debe de estar sufriendo lo indecible al verse obligado a refrenar (por la coyuntura) su locuacidad incontinente.

Pero hay una diferencia: el castigo impuesto a Errejón no es de otra época; no huele a viejuno como los discursos de Rajoy, sino que es fruto de un presente apremiante y conflictivo, crítico.

Después del golpe de mano de Pablo, su amigo desde los 19 años, a Íñigo sólo le cabían dos opciones: contestar o callarse. Y ha optado por lo segundo por el bien de la organización, para que un partido que sigue corriendo mientras se ata los cordones de los zapatos (certero símil) no acabe trastabillando y dándose de bruces en el suelo.

Pero hay castigo, sin duda. Y había (o hay) una crisis interna que ya repercutía en la cúpula estatal. Errejón pierde a diez afines en la dirección de Madrid, y al no menos afín Sergio Pascual (otro desaparecido en redes y medios). Pero ahora la pregunta es otra: para compensar las pérdidas de Íñigo, ¿pierde también Pablo? Pues quizá también, al menos sobre el papel. Pablo Echenique, que será el nuevo secretario de Organización, se opuso a sus tesis en la asamblea fundacional de Vistalegre, en octubre de 2014. Y el nudo de la pugna fue, precisamente, el modelo organizativo.

Iglesias debe de estar muy seguro de que las diferencias con Echenique son ya historia. El propio secretario general de Podemos Aragón así lo proclamó el viernes. Pero aunque haya olvidado que en Vistalegre Iglesias le pidió que se echara "a un lado", y que después no le apoyó para que dirigiera el partido en la comunidad maña, sigue siendo un crítico mucho más duro que Errejón, que siempre ha estado en la órbita de Iglesias. (Hasta, quizá, estas últimas semanas de debate interno sobre si pactar o no con el PSOE.)

Echenique, un hombre cuya minusvalía física le aleja de la tentación de caer en el culto a la personalidad, ha arremetido en varias ocasiones contra la fea práctica de formar equipos "en función de afinidades personales" y es un fiero defensor de esa cultura del debate que prohíbe que siempre cedan los mismos.

Eso, por no hablar de que tiene en más estima a los círculos que cualquiera de los integrantes del pequeño gabinete de asesores del secretario general.

Pero, en su comparecencia del viernes, los dos Pablos hablaron de difundir "un nuevo estilo", y el primer Pablo valoró del segundo, sobre todo, su "enorme independencia". Habrá que ver si tal virtud puede aplacar los ánimos en el convulso momento que vive el concierto de las almas del partido.

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