Una sonrisa infinita dibuja el rostro de un tipo único. Su gesto risueño esconde al bibliotecario de día y a un jovial rockero de noche. Hablar de Ginés Cedrés es hacerlo de los Coquillos, de Salvapantallas y de buena música. Alguien que con solo tres años cantaba de memoria canciones de los Beatles y que, ahora, con cuarenta y tantos sigue emocionándose con cada acorde. Pero, esta figura esencial de la escena musical de las Islas ya es inmortal. El recién estrenado documental Hasta el amanecer es el culpable del embrujo. Una emotiva pieza de apenas noventa minutos, dirigida por Nico Alva (12Horas y Aerofilm Canarias), que narra en primera persona la trayectoria de un loco por la música y que tuvo en su hermano Miguel su mejor aliado. A estos le siguieron al principio de los noventa Miguel Arencibia, Alberto Jorge y Francisco Chavanel, que llegaron a grabar cinco discos. Atrás quedaban cientos de conciertos, miles de kilómetros y muchos, muchos excesos. Sólo con rozar la tarima del escenario Ginés se transformaba. A golpe de canción dejaba atrás el silencio de la biblioteca de la Universidad y lo cambiaba por melodías, que han marcado una época. Borracho hasta el amanecer, a modo de muestra, sigue tarareándose en media Sudamérica. Este vocalista que ha vivido muy de prisa sigue buscándose. Ahora sueña con sacar un trabajo en solitario en una infatigable lucha, a veces agónica, contra la incómoda melancolía. El aplauso del público siempre fue el mejor de los bálsamos de un hombre imperfecto, que no quiere dejar de sonreír. El funcionario, que ha vuelto a reincorporarse tras una excedencia, indaga en lo más profundo de su talento para seguir abrazando hasta la extenuación, hasta el amanecer, a su primer amor: la música.