Un atento lector de Olof Palme traslada una inquietud que puede extenderse a más zonas de la ciudad. Si una procesión se celebra a las 19 horas qué sentido tiene cortar al tráfico una calle doce o catorce horas antes. Estos días la capital se convierte en un laberinto con tantas parroquias y comunidades que salen con sus imágenes a las calles. El orden y el buen sentido no están reñidos con la tradición ni la devoción. Orden, orden, piden algunos.