La Provincia - Diario de Las Palmas

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El análisis

Código de lenguaje inclusivo

El cambio del calendario habitual por otro de pretensiones laicas o "progresistas" dio lugar a muchos desatinos, o como que multitud de niños se llamaran Germinal o Anarquía en los tiempos de la Revolución francesa cuando a un poeta malo como Fabre d'Englantine se le ocurrió cambiar los nombres de los meses del año y de las personas por otros más acordes con los nuevos tiempos, y a un clérigo cínico y sinvergüenza, pero inteligentísimo (lo que no era Fabre, decididamente tonto), como Talleyrand, hacer la "misa laica", tal como ahora se hacen "bautismos laicos", "primeras comuniones laicas" y otros despropósitos. Porque con democracia y sin ella, con revolución o sin ella, la misa, el bautismo, la primera comunión, etc..., son actos que no tienen otro sentido que el religioso, de manera que una de dos: o se hacen los bautismos y las primeras comuniones en la iglesia o se hace el ridículo. Pero esto no parece importarle a la "progresista" bien acomodada, que está dispuesta a gastar en una primera comunión que no es primera comunión lo que gastaría en una boda, que ésas sí pueden celebrarse en el Ayuntamiento. Con motivo del llamado Día Internacional de la Mujer se aprovechó para que las guardianas (y supongo que algún guardián) de la corrección política feminista se desmelenaran del todo. Proponen que el Congreso no se llame "de los diputados" porque esa denominación no tiene en cuenta a las diputadas. Ignoran que el lenguaje es un convencionalismo que tiende a la economía. Si con una palabra se puede decir lo que pretendemos, ¿para qué utilizar dos? Convencionalmente se admitió siempre que la forma masculina acoge al masculino y al femenino. Se podría decir "Congreso de las diputadas", pero sonaría raro, aparte de que no es verdad: hay diputados y diputadas, por lo que yo propongo que el mencionado Congreso un mes se denomine "de los Diputados" y al mes siguiente "de las Diputadas", y por si se produce resquemor a causa de algún atisbo de machismo, que a las diputadas les correspondan los meses pares, que parece que son de más señorío. Al despropósito se añade la pedantería, porque lo de proponer la entrada en vigor de "libro de estilo con lenguaje inclusivo" es algo que supera cualquier pesadilla lingüística. ¡Lenguaje inclusivo!, ahí es nada. Pero lo malo es que esta propuesta es algo más que "una tontería", como la calificó Celia Villalobos. Ni a las dictaduras más totalitarias se les ocurrió imponer a sus administrados un "libro de estilo" para que se expresen conforme al orden político vigente. Sería perfectamente orwelliano una Cámara en la que todos los diputados/as hablaran de la misma manera, siguiendo la guía del "lenguaje inclusivo" para "adaptar la realidad social al uso de esa Cámara" y ya, de paso, adaptar las leyes al "lenguaje inclusivo" e "instar a todos los grupos a utilizar un lenguaje inclusivo y no sexista". El "lenguaje inclusivo" debe extenderse a la comunicación audiovisual. Estas ocurrencias no proceden de un surrealista, sino de dos diputadas. ¿Es que no tienen cosa mejor que hacer?

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