La Provincia - Diario de Las Palmas

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A la intemperie

Desazón colectiva

No sabemos si la realidad tiene espalda porque suele atacar de frente. De tenerla, deberíamos desnudarla para averiguar lo que ocurre en el cuarto de atrás. Conocí a un político, ya retirado, que era blanco de toda clase de ironías por su expresión permanente de disgusto. Un día le pregunté si se trataba de un problema formal, derivado de la disposición de sus músculos faciales, o si aquella expresión delataba una incomodidad auténtica.

- Me picaba la espalda -dijo-. Si me rascaba, me picaba más. Las etiquetas de las camisas eran una tortura, las arrancaba todas. El rictus que tanta gracia provocaba en mis adversarios provenía de ahí.

Lo probó todo el hombre: cremas de aloe vera, emplastes de cebolla hervida, ingesta de ansiolíticos... Se le quitó al regresar a la vida civil. Me he acordado de él porque a mí también ha comenzado a picarme. Nunca había reparado en la espalda. Guardaba con ella la misma relación que con una parcela en el desierto, heredada de una tía soltera. La espalda era un lugar vacío que conservabas en algún lugar del cuerpo, pero al que no se te ocurría visitar, ni siquiera a través del espejo. Me sorprendía cuando la gente se quejaba de dolores en la espalda, uno de los males más frecuentes de nuestra época. Para mí, era como tener un quebradero de cabeza en Nueva York viviendo en Madrid. Pero todo llega, y a mí me ha llegado en forma de picor.

En internet puedes encontrar tantas razones para el picor de espalda que no sabes con cuál quedarte. Entre ellas aparece, claro, el cáncer de piel. No importa el síntoma que busques, el cáncer siempre se manifiesta. Se cuela en todas partes. Pero yo he decidido que mi picor proviene de una mezcla de estrés y sequedad. En efecto, vivo en una ciudad muy seca y estoy agobiado por diferentes causas, entre ellas, ahora, el picor mismo. Ya he comenzado a arrancar las etiquetas de las camisas, lo que no siempre es fácil (me he cargado dos), y a darme aloe vera. Lo que me pregunto es si esta desazón colectiva en la que vivimos instalados tiene que ver con que también a la realidad sociopolítica le pica la espalda. Quizá sí, pero dónde la tiene. He probado a leer el periódico al revés sin resultado alguno.

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