La Provincia - Diario de Las Palmas

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Gente corriente

Palabras mágicas

De niña, me exigían la palabra mágica. Solía ser "gracias" y "por favor", las mismas que pido a mis hijos porque las cosas esenciales no cambian. Y en esas, en repetir una palabra mágica que nos movilice, anda hoy la economía que insiste en reclamar al sistema público algo más que modales. Se llama inversión.

Sin inversión no hay crecimiento estable, ni empleo (ya no digamos empleo digno), ni recaudación tributaria sostenible ni, mucho menos, un futuro de país mordido por la deuda, las pensiones, el paro y la desazón de los jóvenes.

Sé que los maltrechos presupuestos no han dado para mucho en estos años donde la palabra inversión no es que fuera mágica, es que no estaba en el diccionario. Ahora, la cosa no es de traca pero al menos nos elevamos del suelo gracias a los vientos de cola.

Como la bajada del petróleo o la incontinencia del BCE con la maquinita del dinero y ese Draghi con un punto de ludópata. Elementos externos que tiran de empresas y autónomos, del consumo y del empleo.

Con ese aire a favor, toca soplar. Mucho, fuerte y todos en la misma dirección. Empezando por las administraciones públicas. Como bien dice Draghi, ya se le puede partir la mano de regar tanto billete que él solito no arregla la crisis si no hay inversión.

Palabra mágica que escupe a los gobiernos europeos capaces de ponerse de acuerdo para dar una patada en el culo a los refugiados pero no para reactivar aquel plan de estímulo, llamado Juncker, que pretendía alcanzar los 300.000 millones de euros.

Sus resultados son más que modestos (solo 50.000 millones se han movilizado) y me temo que pasará a la inmensa lista de los grandes fiascos de nuestra alejada y mohosa Unión.

En España, el asunto tampoco es para tirar voladores. La escasa inversión pública se ha ido mayoritariamente al AVE, una obsesión que nos pone como segundo país del mundo con más kilómetros de vía después de China. Con un pequeño detalle: la población china multiplica por 29 a la española.

Seguimos de nuevos ricos, con obras faraónicas que no podemos mantener según acredita Standard & Poor's. Ojo clínico de un gobierno que pone los pocos huevos que hay en la misma cesta mientras que las pymes, motor de la economía, se conforman con uno: el huevo duro.

A lo que se une que Moncloa no tiene quien le escriba. Después de tres meses -y subiendo- los partidos siguen a lo suyo, que no es lo nuestro. Lo de coger pico y pala para construir un plan de estímulo que empuje la actividad con la pyme en el centro, lo han dejado para la otra vida.

Sus palabras mágicas son sillones, nuevas elecciones o crisis. Pero no la mía, la tuya o la colectiva sino la que cada uno pretende arreglar en su propio partido.

Y para completar, los fondos del ITE en Canarias. Un aire fresco que entra en las Islas para empujar una remontada acompañada de un agradecido alisio que se llama turismo. Oportunidad para hacer las cosas con cabeza y para que la bronca y la pelea partidista no acabe en otra palabra mágica muy practicada en este Archipiélago: cainismo.

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