Ocurre alguna catástrofe en algún rincón del planeta? Para el periodismo local lo fundamental, en una tesitura tan delicada, es que un isleño esté por ahí. Si, por ejemplo, un terremoto sacude apocalípticamente Antioquía, la primera reacción del redactor jefe consiste en localizar de inmediato a un canario que viva en Antioquía. "Tiene que haber alguno", he escuchado yo mismo en innumerables ocasiones, "no me digas que en Antioquía, cojones, no vive ningún canario... Si es casi tan grande como Las Palmas o Santa Cruz. Es cuestión de localizarlo y nada más". En el caso de no encontrarlo se pone en marcha instantáneamente la siguiente escala informativa por orden descendente de preferencia editorial:

1) El canario en cuestión no vive en Antioquía, pero residió en la ciudad turca durante varios años a finales del siglo pasado.

2) El canario en cuestión no vive en Antioquía, pero tiene (o tuvo) a un familiar que vivió en Antioquía durante varios años a finales del siglo pasado.

3) El canario en cuestión pasó durante sus vacaciones por Antioquía y llegó a tomarse un café en una cuadra maloliente que se hacía pasar por un establecimiento hotelero.

4) El canario en cuestión -que puede ser un periodista de la propia redacción- tiene un amigo que pasó durante sus vacaciones un par de noches en Antioquía, aunque no recuerda nada, porque jamás, durante todo el viaje, logró escapar de un estado de embriaguez tumultuosa.

5) El canario en cuestión es profesor interino de Geografía de Enseñanzas Medias y puede situar aproximadamente a Antioquía en el mapa, siempre y cuando no se aplique un criterio demasiado exigente.

6) El canario en cuestión siempre quiso instalarse en Antioquía, pero se abstuvo porque tenía mala rima, y ahora tiembla recordando el terremoto que sacudió (un poquitín) la capital tinerfeña en los años ochenta.

Ocurrió, por supuesto, con los terribles atentados que sembraron de muertos la mañana gris marengo de Bruselas. Todavía resonaban las explosiones y ya diligentes periodistas isleños buscaban afanosamente a canarios afectados en mayor o en menor medida, hasta que localizaron a uno que, guau, viajaba además en ese momento en el metro. No, no le pasó nada pero -aclaró al respetable y a la Historia- no le ocurrió nada por los pelos. Es una pasión que no entiendo: el sabor del terror, de la destrucción y la maldad no cambia sea cual sea el idioma o el acento en el que se expresen. Lo que sería interesante -aunque me temo que imposible- es que se abra periodísticamente un debate sobre las fragilidades de nuestros sistemas de seguridad como región fronteriza, por ejemplo, o sobre nuestra capacidad para demostrar solidaridad con los refugiados sirios (y no solo sirios) que ahora se pretenden estabular indecentemente a tanto la pieza en Turquía. Sería estupendo abandonar la obsesión de buscar al canario en la noticia y sustituirlo por buscar la noticia en Canarias.