La Provincia - Diario de Las Palmas

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Campechano

Taxidermistas

Tres galgos persiguen un taxi que se encuentra en la Avenida Marítima de la capital grancanaria. El vehículo acelera encaminándose hacia Escaleritas. Los canes, apresurados, no cejan en su empeño de alcanzarlo. Quince minutos después, un semáforo en rojo facilita que los animales, sudorosos y con la lengua fuera, lleguen a su altura, momento en que uno de los galgos, jadeante con hocico de decepción, les dice a los otros dos: "¿Ven? Ponía libre, no liebre".

Y era lo más factible, con 1.650 licencias en una capital donde la ratio taxi / habitante supera con creces la media nacional. Por la simple Ley de Probabilidad, es más fácil encontrar un vehículo desocupado que con la luz encendida del tarifario en 1, en 2 y, más arduo todavía, en el siempre añorado 3 (un viaje bueno!)

Hace tres legislaturas (doce años) que el Gobierno municipal, primero bajo el mandato del PSOE, después por el PP y ahora por el tripartito (PSOE, LPGC Puede y NC) ha intentado infructuosamente activar la libranza del taxi.

La presión de este sector híbrido, transitando a modo de tranvía sobre raíles de lo privado-público-privado, unido a la desunión que siempre le ha caracterizado con varias asociaciones de autónomos y asalariados, sujeto a una maraña normativa de diferentes rangos, con derechos vitalicios y sucesorios... y si éramos pocos... parió el flotero... lo convierte en auténtico galimatías de compleja solución para lograr la satisfacción de todos los actores.

En estos momentos, la libranza tiene activada la tarifa 2 en la parada de la Ciudad de la Justicia. Dos recursos "cautelarísimos" han neutralizado una medida que, recordemos, es provisional, a modo de verificación por un periodo de cuatro meses. A la espera de la decisión judicial, hay realidades irrefutables como que nuestra ciudad tiene una ratio de casi cinco taxis por cada mil habitantes, más del doble de la media nacional de otras grandes capitales españolas, cuya media está en dos licencias por cada mil habitantes.

Soy usuario de taxis. Cada día alzo la mano y despliego el índice abarloado a una acera para reclamar su servicio. Y la realidad es que la flota de unidades que piensan en verde empantanan las vías. Las paradas aparecen atestadas de conductores que charlan más de lo debido, que empujan el carro arrastrándolo hasta el puesto siguiente para ahorrar gasolina, que cuando circulan generan atascos sin pretenderlo y consiguiente polución.

Argumenta el sector "falta de participación y consenso", pero quizás hayan de emprender el diálogo, primero, de dentro hacia fuera. Ese mismo sentido de su sui géneris criterio asambleario es lo que ha estimulado la parálisis, el inmovilismo, durante años... y la vida sigue igual. Esa es la razón que ha llevado a la Corporación a coger el volante de un sector que derrapa negando la mayor: la necesidad de dosificar equitativa y ponderadamente la circulación, veinticuatro horas al día, de 1.650 coches que van de aquí para allá paseando su sobreoferta.

El taxi es nuestro taxi. El taxi es de todos. Un medio de locomoción que ha de priorizar su propia esencia como servicio público, frente a una empresa sobre ruedas que actúa basándose en criterios de rentabilidad individual.

La jornada o jornadas descanso semanales ha de ser una realidad mediata. Así funcionan las grandes capitales. Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia... La jurisprudencia está más que sustentada y es cuestión que los operadores privados y el propio Ayuntamiento la pongan en práctica ya. De lo contrario, este sector clave en la convivencia de una urbe de primer orden como Las Palmas de Gran Canaria, estará abocada a su progresivo deterioro. Un taxidermista es el experto en dar apariencia de vivo a lo aniquilado y eso, desde luego, no se merece, ni creo que lo pretenda, el propio colectivo, personas respetables y respetadas, protagonistas claves en otorgar a nuestro gentilicio el título de smart city.

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