La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jueves Santo

Amor hasta el extremo

Llegó, por fin, el Jueves Santo, que nos habla de entrega y de servicio, que nos habla de "amor hasta el extremo" (cf. Jn 13,1). Toda la vida de Jesús, el hijo de Dios, es pura entrega. El mismo acontecimiento de la Encarnación es una entrega radical para compartir la vida de los hombres, "pasando por uno de tantos", con sencillez, "como un hombre cualquiera" (Flp 2,7); para salvarnos no desde fuera, sino desde dentro. Podemos imaginar el gozo inmenso que sintió María al verse inundada de la gracia del Espíritu Santo, al experimentar en sus entrañas al Dios que se hace hombre. El Evangelio según San Lucas nos sugiere que María enseguida se puso en camino para encontrarse con su prima Isabel y servirle (Lc 1,39-56). Podemos comprender también la sencillez de la entrega silenciosa en los años de la vida oculta de Jesús en Nazaret, entre los suyos, entregándose en las cosas sencillas, en lo de cada día, a su familia, a sus amigos, a sus vecinos... Y todo ello nos cautiva porque es de las experiencias más grandes y hermosas de la vida: invertirla entregándola a los demás, libremente, por amor. Y así contemplamos en el Evangelio tantos signos y gestos de Jesús en su entrega por todos, por los más necesitados: "Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" (Hch 10,38).

El Jueves Santo Jesús, el Señor, "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13,1). Y por eso se entregó a sí mismo en la Eucaristía. Hoy recordamos aquella Última Cena del Señor con sus apóstoles, que es también la primera Eucaristía. En ella el Señor: "Tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados" (Mt 26, 26-28). El Dios que se hace hombre se entrega para el perdón de los pecados, de mis pecados. La Eucaristía es el memorial de esta entrega, una entrega que tiene que ver conmigo, con nosotros, con todos los seres humanos. La Eucaristía nos nutre para que nuestra vida también sea donación. Así podemos entender la vida de la Madre Teresa de Calcuta que confesaba: "La misa es el alimento espiritual que me sustenta y sin el cual no podría vivir un solo día o una sola hora de mi vida".

En aquella Última Cena Jesús instituyó el sacerdocio. Por tanto, los sacerdotes han sido llamados para actualizar esta entrega de Cristo en su Iglesia a través de los sacramentos y también con la donación de su propia vida. Se comprende que en aquella encuesta realizada hace unos años por el Centro Nacional de Investigación de Opinión de la Universidad de Chicago y del que se hacía eco la revista Forbes se dijera que sacerdocio es el "empleo" en que más felices se sienten los que se dedican a ello. Pues bien, más allá de las encuestas, hoy es un día para valorar el ministerio sacerdotal y para pedir al Señor que nos envíe pastores que quieran entregar su vida llevando el Evangelio y sirviendo a los demás de todo corazón y siendo testigos de la misericordia de Dios.

El Jueves Santo, después de aquella Última Cena, Jesús se quitó el manto y se ciñó una toalla y comenzó a lavar los pies a sus discípulos, uno por uno. Esta es la forma en que ha querido estar siempre el Señor, como el que sirve. "Porque, ¿quién es más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lc 22, 27).

Hoy es el día del "amor fraterno", un amor que se verifica con aquel que está a mi lado y que se extiende con sinceridad a aquellos que están lejos y que tan mal lo están pasando. El "amor fraterno" supone la búsqueda de la justicia y el trabajo por los derechos de todos, creer en la dignidad de cada persona y tener en cuenta los pequeños detalles. El "amor fraterno" no se queda en el discurso sino que actúa cada día con quien va de camino. Todos nosotros somos invitados a vivirlo, a disfrutarlo, a contagiarlo, a recibirlo?

Termino con unas palabras de la santa y filósofa Edith Stein: "Dios es Amor, y el amor en sí no es otra cosa que bondad que se entrega. Es una plenitud de ser que no permanece encerrado en sí mismo, sino que se comunica a los demás y quiere donarse a los demás y hacerles felices". Alabado sea Jesucristo.

Compartir el artículo

stats