La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cada cosa en su sitio

Estamos en guerra

Sí, es cierto que la imagen del mundo involuciona de la fealdad al horror. Pero el horror supremo es la guerra y como prueba bastan la del Estado Islámico contra Europa, la de Al Qaeda contra Estados Unidos o las de Afganistán y Siria, con el trágico éxodo de refugiados sin patria ni esperanza; basta la torpeza de la de Irak como origen de casi todo. Cuando escuchamos al primer ministro francés repetir lo que ya dijera su presidente, "estamos en guerra", comprendemos bien las cargas emocionales, ya vividas en España con cuotas de dolor insuperables. Si la insistente invocación a la guerra sobrepasara el sentido de la metáfora y fuese una llamada a las armas, deberíamos preguntarnos si la solución del mundo libre contra el terror no puede ser otra que el mayor de todos los horrores.

Desde luego que los países libres no merecen ni deben vivir en constante alarma o en el grado máximo de la excepcionalidad protectora. La guerra del Daesh contra Europa se sustancia en atentados gravísimos a cargo de individuos contra los que parece imposible blindar eficientemente a millones de ciudadanos. Es muy dudoso que el aplastamiento bélico del "estado" emisor de terroristas acabe con la causa. Observando el grado de fanatismo y la resolución suicida de muchos de ellos, sentimos la sospecha de que los entes responsables pueden reproducirse mientras que sean financiados por regímenes autocráticos que mantienen relaciones digamos que normales con Europa, como si nada les concerniera mientras sigan dando beneficio a las democracias.

Lo cierto es que ni estamos en guerra ni queremos estarlo. Tampoco tenemos alternativas fuera de la Unión Europea si supera flaquezas y dubitaciones en una cohesión cada vez más sólida. Las políticas de seguridad, indispensables y aún más si logran la definitiva trabazón en la corresponsabilidad, necesitan de unas políticas de integración que impidan los guetos y sepan convertir la recluta de terroristas europeos en asimilación por los islamistas de los valores de nuestras democracias. Es más fácil predicarlo que conseguirlo, pero la simple captura de los autores materiales de los atentados es un pobre desquite mientras persista la financiación del terror. Espectros como Trump, Le Pen, Farrage y otros no ayudan precisamente a integrar, pero los votos que reciben son votos del miedo. La clave es hoy afianzar la superación del miedo, aunque la matanza de Bruselas, como antes las de París, Madrid, Londres o Nueva York nos golpeen hasta la exasperación. Hoy "todos somos Bruselas". ¿Qué seremos mañana?

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