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Tropezones

Cómo ser milenario

Me encontraba con unos compatriotas suecos visitando Icod de los Vinos, cuando se suscitó la duda sobre la edad de su famoso drago, cuya magnífica estampa estábamos contemplando. Aunque todos los folletos alardean de su edad milenaria, me tomé la molestia de llamar por teléfono a C. S. De participar en algún concurso, en el apartado del comodín de la llamada no dudaría en dar el número de mi amigo. Que atendiendo a mi consulta me confirmó que la edad calculada por el método de carbono 14 no pasaba de los 850 años. Y añadió "¿Quieres verlo?" Al aclararle que lo estábamos viendo, me precisó: "Que si quieres verlo por dentro". Superado mi estupor me aclaró que en la base del árbol una portezuela disimulada daba acceso a una oquedad que además de albergar un importante andamiaje para apuntalar el árbol, daba cobijo a unos ventiladores destinados a librar de hongos a todo el entramado de raíces.

El constatar hasta qué punto la edad del árbol era consustancial a su estatus turístico y lo justificados que estaban por tanto los cuidados geriátricos, le pregunté a mi amigo si no existían en las islas árboles aún más viejos, viniéndome a la memoria por ejemplo las emblemáticas sabinas de la isla de El Hierro. Aquí me aclaró que aunque calificadas a veces de milenarias, las más antiguas no rebasaban los cinco siglos.

Ya picada mi curiosidad, he querido indagar sobre las especies más veteranas.

En las islas es difícil encontrar ejemplares más longevos que el drago de Icod (salvo que sea algún plantón importado de sequoia, pongamos por caso, si bien no entraría en liza al no haber tenido tiempo todavía de sobrevivir a las especies autóctonas).

En la península posiblemente sea el Tejo milenario del Pozo, en la Sierra de Cazorla, con sus aproximadamente 2.000 años el más longevo, con el de Valhondillo en la Sierra de Guadarrama pisándole los talones, con sus 1.800 años a cuestas.

De todos modos, si lo que mis amigos suecos buscaban eran árboles vetustos, no hacía falta que se hubiesen molestado en salir de su país.

El árbol más antiguo de la tierra se encuentra en la región de Dalecarlia en el centro de Suecia. Se trata de una pícea, de la especie de los abetos, a la que se le calcula una edad de 9.550 años. Como suena, ni diez más ni diez menos; 9.550 tacos.

Aunque si uno sigue investigando, resulta que ha podido alcanzar tan provecta edad merced a un proceso de autoclonación periódica, con unos intervalos de unos 600 años. Para entendernos, es un espécimen bastante original, pues cada 600 años es como si resucitara de nuevo. Así cualquiera.

De todos modos este ocurrente árbol nórdico ha hecho renacer en mí cierta ilusión. A ver si aún estoy a tiempo de explorar mis posibilidades en esto de la "autoclonación"...

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