Tras su paréntesis como Daredevil, el superhéroe de Marvel que vigila las oscuras calles de San Francisco en la película Daredevil, Ben Affleck regresa al papel de superhéroe pero en esta ocasión lo hace enfundándose el traje de Batman, atravesando así el espejo imaginario y hollywoodiense que separa a Matt Murdock, el abogado ciego que tiene un radar similar al de los murciélagos, de Bruce Wayne, el empresario multimillonario y filántropo que sobrevuela las calles de Gotham, una ciudad que, como alguien dijo una vez, puede llegar a hacer aburrida a una gran urbe como Nueva York, gracias a lo excéntrico de sus ciudadanos. Tras el largo título de Batman v. Superman: El amanecer de la justicia Zack Snyder propicia el primer cara a cara cinematográfico de Batman con otro mítico superhéroe de DC Comics, Clark Kent (Henry Cavill), el hombre de acero.

Batman v. Superman es una película que juega desde el principio con la dualidad tanto en su narración como en su forma. Eso sí, perfectamente equilibrada para que en ningún momento sea una la que se imponga a la otra, creando de este modo una narración que se abre en dos direcciones, del mismo modo que lo hacen sus imágenes y toda la iconografía que acompaña a los dos superhéroes, enfrentados en una batalla territorial, o en una cuasi guerra civil entre dos ciudades, Gotham y Metrópolis, que el archienemigo de Superman, Lex Luthor, aprovecha para poner en jaque la existencia de la humanidad.

Sorprendente en su desarrollo narrativo, magníficamente rodada y envuelta por unos espléndidos efectos visuales, Batman v. Superman es una excelente película de superhéroes que pone de manifiesto que aún es posible la innovación en el cine fantástico. En el caso de Snyder, otrora director de Watchmen, esta capacidad pasa por una profunda revisión de los mecanismos narrativos que mueven el género, por un perturbador instinto visual, por un trágico sentido de la narración y un sutil acento en el comportamiento de sus personajes, gracias a los diálogos y a los gestos. No obstante, ello no impide la referencia a cómics como El regreso del caballero oscuro de Frank Miller, en el que Batman parece que no tiene claro cuál en su misión y cuál es su meta, convirtiendo su historia en una metáfora del callejón sin salida en el que parece encontrarse el cine de Hollywood actual.

Desde que el cine de superhéroes despuntara de verdad con las películas de la serie Superman (Richard Donner, 1978; Richard Lester, 1980 y 1983) y Batman (Tim Burton, 1989; Joel Schumacher, 1995 y 1997), el género ha sufrido varias transformaciones; y cuando hablo de sufrir, me refiero a la más negativa de las connotaciones. No obstante, su instinto de supervivencia lo ha mantenido a flote hasta ahora. El mérito recae, obviamente, en directores como Nolan, Bryan Singer y Zack Snyder, alejados de modas imperantes que apuestan por la precipitación frente a la narración, por la ineptitud frente al talento. Al igual que Watchmen, Batman v. Superman no es sólo intensamente emocionante, es también un clásico instantáneo que hace estallar los límites del género.