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Martín Alonso

La mirada de Andersson

Martín Alonso

Pape Diop

El encanto del fútbol, en parte, reside en que no es una ciencia exacta. El caos y el orden, a partes iguales, rigen el destino de un juego en el que a veces, sin que nadie sepa muy bien por qué, dos más dos no suman cuatro. Eso lo sabe muy bien Florentino Pérez, que el sábado, cada vez que Keylor Navas dibujaba un vuelo en el Camp Nou que finalizaba con un paradón para contener a la delantera del Barça, seguro que se acordaba del bendito fax que, por desencuentros horarios, impidió, en la última noche de verano con el mercado de fichajes abierto, el traspaso del portero costarricense al Manchester United a cambio de un puñado de libras esterlinas y la licencia de David de Gea.

En ocasiones, en un negocio tan especial como el fútbol, el mejor fichaje es el que no se hace. Y esa afirmación vale para entrar a analizar, con el bisturí en la mano, la temporada que ha firmado la Unión Deportiva Las Palmas. La tarde del 31 de agosto, horas antes de que expirara el plazo, la entidad grancanaria renunció al fichaje de Pape Diop y muchos -desde entendidos, tertulianos de barra de bar y público en general- optaron por validar el certificado de defunción del nuevo proyecto amarillo.

Para explicar la causa del deceso se optó por el pánico ante el regreso a Primera División. Paco Herrera lloró porque le faltaban pivotes defensivos. Y detrás del entrenador apareció una legión que aseguraba que sin Pape Diop no había lugar para la esperanza. Hoy, ocho meses después, la UD juega al fútbol con Roque Mesa como único mediocentro. Y lo hace de maravilla camino de la permanencia. Fútbol es fútbol.

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