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Crónicas galantes

El quién es quién de Panamá

Los Papeles de Panamá evocan el título de una novela de John Le Carré: y no es improbable que den pretexto a una buena película de acción, amor y lujo -sobre todo, mucho lujo- ahora que el género de espías está en decadencia. La realidad, como casi siempre, excede y precede a la ficción.

Se trata, como el agudo lector ya sabrá, de una lista de usuarios de empresas extraterritoriales en la que figura la crème de la crème de los millonarios del mundo. Quien no aparezca en ella tiene todas las papeletas para ser un marginado social o, en el mejor de los casos, lo que coloquialmente se conoce aquí por un pringado.

Revolcados todos en un merengue, como en el tango Cambalache, ahí se mezclan nombres de la realeza española y saudí junto a presidentes de repúblicas exsoviéticas, personajes del entorno de Hugo Chávez y Vladimir Putin, ases del fútbol y talentosos cineastas. Entre los alistados no faltan siquiera gentes de gran pedigrí progresista, de las que suelen lanzar diatribas contra la banca y el capital. Siempre que no sea el suyo, naturalmente.

Lo que une a este dispar grupo es, como suele suceder, el dinero: un poderoso y apolítico caballero que no entiende de derechas o izquierdas; monarquías o repúblicas; dictadores o líderes demócratas. Hace falta tener dinero, y mucho, para fundar una de estas empresas a las que acoge en su dulce seno un bufete de abogados de Panamá especializado en tales ingenierías financieras.

Esto, que parece nuevo, ya lo habían descubierto hace cosa de tres décadas algunos de los más famosos contrabandistas gallegos de la época. Al célebre Laureano Oubiña, por poner un ejemplo, le encontraron en Panamá no menos de media docena de empresas offshore; y su colega Sito Miñanco viajaba tanto a ese país que acabó por emprender amoríos con la sobrina de un ministro del general Noriega.

Si aquellos parecían lances de telenovela, los de ahora son de mucho mayor alcance geográfico y nivel social, de modo que acaso den para una superproducción de Hollywood. Al guion no le falta de nada: desde el ataque informático que permitió sacar a la luz más de once millones de documentos hasta el variadísimo -y sorprendente- elenco de nombres que aparecen en ellos.

Opinan los maliciosos que la constitución de una empresa extraterritorial, como las miles recién descubiertas en Panamá, obedecería a un propósito de ocultación de bienes al Fisco o, en general, al Estado de origen de sus promotores. No hay por qué malpensar hasta ese extremo, si se tiene en cuenta que los nombres relacionados en los ya famosos papeles pertenecen, en buena medida, a gente de alcurnia. Por ahí andan una infanta, el presidente de la FIFA y varios jefes de Estado y/o de Gobierno a los que hay que suponer intenciones diferentes a las de Oubiña, como es natural.

Probablemente la explicación sea más sencilla. Se trata de gente educada en la discreción para la que no resultaría de buen tono la exhibición de sus riquezas. Tal ha de ser la razón por la que disimularon durante tantos años sus cuartos en compañías del lejano Panamá: famoso canal de tránsito para barcos y, por lo que se intuye, también para la circulación del dinero.

Al final, los Papeles de Panamá van a ser, simplemente, una selecta lista del quién es quién en las sociedades contemporáneas. El que no esté ahí, ya se puede ir despidiendo de invitaciones a las fiestas de sociedad.

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