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Cine 'Julieta'

A corazón abierto

Muy pocas veces tres elementos consustanciales con el concepto global de lo cinematográfico, como son el guión, la dirección y la interpretación, consiguen un equilibrio y una fuerza tan llamativas como en Julieta, la última película de Pedro Almodóvar. Es difícil, por no decir imposible, ante cada nueva entrega cinematográfica del cineasta manchego, plantearse en qué lugar de su escala de valores puede colocarse esta nueva recreación sobre el viejo tema de la pareja y el amor, del dolor y la culpa, de la vida urbana como medio natural/artificial del ser humano. Quizás lo más razonable es dejarse llevar por la excepcional capacidad narrativa del director de La piel que habito y vivir, como sus personajes femeninos, esa dualidad, ciertamente angustiante, de realidad y ficción.

Julieta nace de tres narraciones cortas de la premio Nobel de Literatura de 2013 Alice Munro, Silencio, Destino y Pronto (la película recibe el nombre de la protagonista de este último relato), tres piezas profundas que vienen a darle la razón a Tolstói cuando decía, al principio de Anna Karenina, que "todas las familias felices son iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera". Sea lo que sea, y se interprete como se interprete, no cabe duda que estamos ante un nuevo análisis, si cabe, más frío, desencantado y distante que nunca, sobre la imposible gestación de la pareja como núcleo de equilibrio, confianza y comunicación.

Almodóvar, a años luz de sus últimos trabajos, nos ofrece en Julieta un curso acelerado sobre la vida. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi una película con tanta intensidad narrativa, con tanto dolor. El dolor es la razón de ser de Julieta, una película que en todo momento nos recuerda que vida y dolor son sinónimos. Duele vivir porque la mayoría de las veces la experiencia contradice nuestros deseos. No obstante, todos los dolores pueden ser aplacados si los ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellos, como escribió Karen Blixen, otra de las escritoras de cabecera de Almodóvar.

Julieta probablemente no es una película tan redonda como las que, en mi opinión, son sus mejores melodramas, la soberbia Todo sobre mi madre y, sobre todo, la maravillosa (y no suficientemente valorada) La flor de mi secreto, pero seguramente sea una de las más oscuras y desconcertantes, y por eso mismo resulta tan fascinante. Todo ello gracias a la complicidad de unos actores extraordinarios (Emma Suárez, Adriana Urgarte, Darío Grandinetti), de artistas como el fotógrafo Jean-Claude Larrieu y el compositor Alberto Iglesias, que redondean las notables virtudes de una película que habla de las complejidades del corazón como sólo ha sabido hacerlo Chavela Vargas en sus canciones. Cirugía a corazón abierto.

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