Leo en la prensa un amplio reportaje sobre la reaparición del concubinato en la República Popular de China, una figura de larga tradición en aquel país y que había prácticamente desaparecido desde la llegada al poder de Mao Tse Tung. No es ,desde luego, el concubinato extenso y numeroso de que disfrutaban los antiguos emperadores chinos, algunos de los cuales llegaron a tener más de cien mujeres a su exclusivo servicio, y se parece más a la figura de la amante, querida, entretenida , mantenida o barragana (que de esas cinco formas se llamaba entre nosotros) a la que un burgués con posibles le pone piso. Según la autora del reportaje se trata de una evolución natural. La China comunista de Mao era una sociedad rural y muy controlada en la que el adulterio estaba mal visto, pero con la evolución hacia un capitalismo de Estado, la riqueza se ha extendido, la urbanización creció espectacularmente, y ha vuelto a ser un signo de confortable estatus social (al menos entre los hombres) tener una amante. Y hasta tal punto llegó la moda que las mujeres chinas, al objeto de defender el patrimonio que han acumulado estos años junto con sus maridos, ponen cada vez más obstáculos para concederles el divorcio y recurren a los servicios de unas agencias especializadas en librarse de esas intrusas por métodos sutiles que en ningún caso incluyen el asesinato. Un servicio, por otra parte, nada barato, porque las tarifas oscilan entre los 300 euros por una primera consulta hasta los 30.000 euros, como mínimo, al final de una gestión exitosa. Pero, al parecer, merece la pena pagar por ello ya que mientras el hombre divorciado y con dinero encuentra fácilmente una nueva compañía, la mujer divorciada "está muy devaluada en el mercado", según expresión de la propia periodista que firma la información. No sé casi nada sobre China y sobre lo que allí sucede excepto por lo que he leído, o visto en películas, o por testimonio de personas que estuvieron allí, pero no me cuesta aceptar que la evolución de la economía tiene poderosa influencia en la evolución de las costumbres sexuales y en los comportamientos eróticos. Y distingo perfectamente entre el concubinato, muy jerarquizado, de los emperadores chinos, en el que existían grados tan sofisticados como la "honorable concubina imperial", o la "honorable concubina decente" hasta otras categorías como la "señora talentosa" o la "medio talentosa". Nada que ver, por supuesto, con la entretenida catalana más o menos liada con un riquísimo comerciante de paños de la que habla Josep Pla en uno de sus libros. En un caso estamos hablando de poligamia organizada, y en el otro, de amancebamiento consolidado. E incluso consentido si hemos de dar crédito a esa anécdota, tantas veces contada, de la esposa de un industrial catalán que yendo al teatro ve a la querida de su marido, y a las de otros, en el patio de butacas y tras analizar su figura con unos prismáticos concluye que "la nuestra es la más guapa y elegante de todas". Es decir, trato institucional. En cualquier caso, el concubinato, en sus variadas formas, es un sistema de clara inspiración machista.